lunes, 26 de diciembre de 2016

Ideologías, religiones y percepciones: “Verdades y mentiras”; “sentires y padecimientos”.

“¿Qué es entonces la verdad? Una hueste de metáforas, metonimias y antropomorfismos en movimiento, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes. Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal. [1]

Con este nutrido conjunto de actos de habla, tomados del discurso filosófico de Frederik Nietzche, en su obra “La voluntad de poder” damos inicio a este artículo, que, como el último publicado, cae en el campo de las reflexiones teórico-políticas propias. El día de ayer comenzamos la lectura del libro titulado “Dignidad de la Política. La emergencia de una retórica crítica” del Profesor Jorge Tricás Pamelá, catedrático de la Universidad Católica Andrés Bello, con sede en mi ciudad natal: Caracas. En el inicio del libro me llamó muchísimo la atención el tratamiento que hace el Profesor Tricás de las ideologías y los totalitarismos para explicar, desde la filosofía política, los vínculos del chavismo con ambos. Pero lo que más me interesó, fue el tratamiento del concepto de ideología (su percepción muy personal, cree este humilde servidor) y su definitiva vinculación con el totalitarismo como forma de hacer y ser gobierno (además de construir e interpretar la realidad), todo (por lo que deduzco hasta ahora de mi lectura) con la intencionalidad de ligar el chavismo con el marxismo (o sus formas ideológicas derivadas de Socialismo y Comunismo), tal y como este (el chavismo) se ha empeñado los últimos años en propalar hasta la saciedad.

Como colegas que somos tanto el Profesor Tricás como un servidor (ambos doctores en Ciencias Políticas) aprovecho este espacio para disentir respetuosamente de la posición del autor respecto de las “percepciones”, las “ideologías” (este servidor se permite añadir las “religiones”) y lo que para unas u otras resultan “verdades” y “mentiras” más allá de la intelectualización de las emociones, tan común en nuestro campo de amplias fronteras conceptuales, cual es de las Ciencias Sociales. No voy a citar textualmente al Profesor Tricás; solo me limitaré a exponer, muy brevemente por cierto, mis puntos de vista respecto de los conceptos referidos, algunos de los cuales, de fondo y en alguna medida,  comparte este humilde servidor con el católico catedrático. Comenzaré por afirmar que, tal cual lo hace saber Nietzche, la verdad, como verdad universal, única e indivisible, no existe. Se trata más bien de conjuntos de “ilusiones” de los cuales la gente ha olvidado de que lo son; que terminan siendo “metáforas gastadas” y “sin fuerza sensible” suerte de monedas que han perdido su cuño y ya dejan de ser monedas para convertirse en metal. Las “verdades” en consecuencia “son lo que son” para quienes creen en ellas y para quienes “heredándolas”, terminan adquiriendo la condición de “contenidos verídicos” a fuer de la costumbre o simplemente por la inercia del tiempo.

De manera que lo que fuera una “verdad” en la baja Edad Media, no necesariamente lo es en la era Contemporánea. Así, con la circunnavegación de la tierra, se demostró la condición esferoidal del planeta, cuando para los antiguos era interpretada como un disco plano. La exploración espacial culminó por ratificar de manera inconfutable esa condición esferoidal, una “verdad” que se mantuvo desde el siglo XV por vía parcialmente empírica. Así, pareciesen no existir “verdades” que, con los siglos, hayan permanecido en el inmaculado espacio de doxa, y, si acaso existiesen, representan (como afirma Nitezche) “ilusiones que la gente ha olvidado que lo son”. El palmarés de los siglos, no convierte una percepción en verdad absoluta e inexorable.

Las ideologías (nacidas en el siglo XVIII desde el ejercicio de la idea como instrumento político y como respuesta al materialismo mercantilista para nada relativo a los primeros ejercicios hegelianos sobre el particular en la filosofía, sino del hecho concreto del comercio como actividad, impuesta como forma omnicomprensiva de interpretación de la realidad) son constructos orgánicos de ideas, por lo general omnicomprensivos, dogmáticos y axiomáticos (lo que los hace rígidos), que pretenden explicar la realidad en todo su complejo conjunto. Las religiones en tanto omnicomprensivas, dogmáticas y axiomáticas actúan como ideologías; de hecho, en el caso de la religión católica, lo fue hasta la aparición de la Modernidad y con ella del Racionalismo, luego del Iluminismo y finalmente la ruptura impuesta por la Revolución Francesa. El palmarés de los siglos no puede eximir a la Iglesia Católica de su abierta actuación en el mantenimiento de “su verdad”, gracias al sostenimiento en el Poder como “sustento espiritual” de cuantos reyes, emperadores, presidentes y dictadores, favorecieran sus intereses particulares. La Santa Inquisición es una mácula que llevará en su expediente por los siglos de los siglos. La Inquisición de “Santa”, solo lleva el apelativo católico.

Ahora bien, tanto religiones como ideologías sufren un proceso de difuminación de percepciones mientras más “terrenas” se hacen, desde las particulares perspectivas de quienes “sienten y padecen”. En el ámbito al que pertenecemos tanto el Profesor Tricás como un servidor, los ejercicios académicos y filosóficos sirven al propósito de “intelectualizar” desde nuestras respectivas “pre-disposiciones” (según el Doctor Luis Castro Leiva, nuestros “equipaje” de valores, costumbres, creencias e interpretaciones de la realidad, mediatizados además por nuestro nivel de estudios y/o acercamientos cognitivos), las ocurrencias de la realidad al través del tamiz de la interpretación de las ideologías (y, porque no, de las religiones), inclinándonos mediante profusos estudios históricos, filosóficos, antropológicos y, por ende, sociológicos, a re-interpretar nuestros propios “sentires y padecimientos” o los “sentires y padecimientos” que creemos compartimos con los demás.  Un viandante de Antímano, de los que toman la buseta o el carrito a las cinco de la mañana, poco o nada sabe de Hegel, Marx, Engels o Lenin; acerca de la propiedad de los medios de producción o de la dictadura del proletariado; pero tampoco podría saber nada acerca de las virtudes teologales; imposible que entienda el Misterio de las Tres Divinas Personas y mucho menos aquel de la transustanciación de la sangre en vino.

Es desde la esfera de su “propio sentir” que el viandante de Antímano comenzará a aproximarse tanto a la religión como a la ideología. Si una de las advocaciones de la Virgen María, madre de Jesús, es devoción sentida de aquel viandante, estando en el trance de un apremio doloroso, aquel rezará con fe; si es escuchado y el resultado esperado ocurre, será  siempre devoto fiel; aun no ocurriendo, si su fe es inquebrantable, seguirá bajo la égida de esa advocación, y de la religión católica, pero como directa consecuencia de “la devoción a la advocación” que no a los principios rectores de la Iglesia Católica o a las virtudes teologales, ambos seguramente aspectos normativos y teológicos desconocidos por aquel.

Si ese viandante es obrero, pobre además desde hace más de tres generaciones y se le convence que la propiedad de los medios de producción por parte de la clase obrera (previa explicación primitiva y elemental, como suele suceder, de lo que el concepto de “medios de producción y su propiedad” podría significar), “aumentaría con creces sus ganancias porque no existiría un patrono apropiándose de la plusvalía de su trabajo” ergo “el rico no lo robaría”, la sola “expectativa” de que su propia realidad cotidiana pudiese cambiar (pesada por demás como una cruz a lo largo del Gólgota de su existencia), lo haría seguir aquel constructo ideológico y, por ende, a quienes le sirven de parlantes.

Lo que tratamos de decir, es que la percepción de la realidad desde una ideología o una religión, depende de la naturaleza y calidad interpretativa de los “lentes conceptuales” que tenga quien observa la realidad, esto es, las “verdades” y las “mentiras” serán de la calidad y naturaleza de su propia visión cognitiva, mediatizada por su propio “sentir y padecer”. Como aquellos versos de una vieja melodía criolla: “Es un dolor que no puedo resistir, es un dolor que no puedo padecer, siento el alma la cruel desilusión…”  Dependiendo del “dolor” y la “cruel desilusión” que sienta el acólito, fiel o seguidor y de las expectativas ciertas de su remedio, será la adhesión que tenga el venezolano común con una religión o una ideología.

Los líderes carismáticos dominadores que nos han conducido los últimos 200 años, se han “montado” sobre sus propias “percepciones”, “padecimientos y sentires” y los han proyectado sobre sus seguidores y estos sobre las grandes multitudes, en forma de “religiones” unos, “ideologías” otros. Así lo hizo Simón Bolívar con la “libertad” y la “República”; de una manera equivalente, José Antonio Páez con su idea propia de una “República Independiente”, ambos atados a la “Religión Republicana” de su tiempo. Por vía equivalente lo hizo también Antonio Guzmán Blanco con su percepción “liberal y moderna” de lo que debía ser la realidad, desde un “Liberalismo propio” a medio cocinar. Otro tanto Cipriano Castro y Juan V. Gómez desde su particular “percepción positivista”, construida desde el discurso de los “doctores e intelectuales” que los rodeasen. Rómulo Betancourt, primero desde el “marxismo de tierra caliente”, luego desde aquella forma de “Socialismo Democrático Trienal” y finalmente desde la maduración de la “Social Democracia Representativa” procuró hacer caminar a su tierra hacia una suerte equivalente de aquella del “verde jengibre” del cuento asiático.

Y finalmente Hugo Chávez, en una extraña combinación del viejo discurso del “Socialismo Trienal” de Betancourt, junto a un enrace con el malhadado “Socialismo Castrista Cubano”, hizo conexión con lo mismo que lo hicieron los otros, esto es, con los “sentires y padecimientos” de buena parte del pueblo venezolano en cada uno de sus tiempos o, más específicamente, con lo que ellos creyeron, interpretaron, percibieron o impusieron como sus propias “verdades” y “mentiras”. El resto de aquellos pueblos (esa parte que sobró), se puso en contra o simplemente marchó silenciosa obedeciendo el mandato de sus “sentires” y en la ruta del Gólgota inexorable de sus propios “padecimientos”. Y aún seguimos sin saber, a ciencia cierta, si acaso no ha sido siempre la gran mayoría…
 




[1] Vazquez Rocca, Adolfo. Nietzche: De la voluntad de poder  a la voluntad de ficción como postulado epistemológico. Nómadas 37. Octubre. Universidad Central de Colombia. Bogotá, año 2012.Pág.43. Las negrillas son nuestras.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Teoría de Conjuntos: las tres pobrezas, intersección e incertidumbre política en Venezuela.

Cuando iniciamos este blog hicimos referencia a que trabajaríamos la interdisciplinariedad como recurso de interpretación de la realidad. Del mismo modo, hicimos saber que publicaríamos, desde esa óptica, nuestras reflexiones propias acerca de recortes también específicos de nuestra realidad venezolana.  El artículo que presentaremos a continuación, representa un ejercicio en esa dirección.

El Profesor Luis Pedro España, sociólogo de la Universidad Católica Andrés Bello, ubicada en Caracas, República Bolivariana de Venezuela, es posiblemente y con mucho uno de los más importantes expertos en pobreza de nuestro país. Ha dedicado toda su vida como investigador y docente a la pobreza como fenómeno económico y social. Solo estos expertos, desde mi muy humilde óptica como científico social también, pueden opinar con certeza y precisión sobre el tema, cuando se aborda desde el punto de vista científico-formal.

Nosotros intentaremos hacerlo desde la Teoría de Conjuntos, acaso siendo en extremo libérrimos en la creación de definiciones propias y el establecimiento de relaciones también de propio cuño, para tratar de comprender, a motus propio, el comportamiento que se deriva de nuestra pobreza y la incertidumbre política que de ella termina derivándose. Es apenas un ejercicio teórico interdisciplinario que no pretende, ni pretenderá jamás, equipararse a los muchos estudios realizados por España, sus discípulos y los institutos de investigación con departamentos especializados sobre el tema. Es, en definitiva, más que una  formulación formal, una reflexión teórica personal.

Uno de los axiomas de la Teoría de Conjuntos (desde aquella formulada por Georg Cantor) es la “Intersección”. Dice Cantor que dados al menos dos conjuntos, A y B, si ambos tienen elementos comunes, existe un tercer conjunto C tal que C contiene los elementos comunes a los conjuntos A y B. La Intersección de dos conjuntos que no tienen elementos comunes será por definición “vacía”. La Intersección puede extenderse, por inducción, a “n” conjuntos, uno de los grandes prodigios, precisamente, del Principio de Inducción Matemática. Así las cosas, consideremos a la Pobreza como un gran conjunto que designaremos como el conjunto P.

 En otro orden de ideas, partamos de la convención simplista, para reducir las formas de aproximación, de que quienes estamos leyendo este artículo sabemos y entendemos por pobreza a la carencia, total o parcial, de bienes y servicios, así como la ausencia también total o parcial, de las posibilidades de acceso a aquellos. La evidencia empírica permite arriesgarnos entonces a colegir que la pobreza venezolana tiene, al menos, tres expresiones esenciales: la pobreza material, la pobreza cultural y la pobreza social. Pidiendo de nuevo mil disculpas a España (a Luis Pedro que no al Reino, del cual salimos, mucha sangre mediante y finalmente, en 1821), definimos como Pobreza Material a aquella forma de pobreza donde existe la carencia necesaria y suficiente de bienes materiales así como la ausencia total o parcial de los medios para tener acceso a aquellos. La pobreza material se manifiesta, empíricamente, en la carencia de bienes o de los medios para obtenerlos.

En una sociedad estructurada sobre la base del Poder como motivación como es la venezolana, de acuerdo a nuestra postura teórica como investigadores en Ciencia Política (basada en la Teoría de las Tres Motivaciones de David McLelland y en los trabajos de la Profesora Rosario Fonseca (LUZ),  del Doctor Oscar Romero García (ULA) y los Doctores Roberto de Vries y Luis Vetencourt  (UCV) ), las motivaciones esenciales de quienes hacemos parte de ella son el Mando, la Riqueza y el Reconocimiento, mismo que se deriva de la posesión de las dos primeras. De manera que el individuo tratará de buscar el Reconocimiento por la vía de la posesión de Riqueza o de Mando o de ambas. Vale decir, desde nuestra aproximación en Teoría de Conjuntos, que la intersección de los Conjuntos Mando, Riqueza y Reconocimiento, y desde una visión paralelamente equivalente de Anthony Edmonton, representa el conjunto donde radica la Ventaja Competitiva del venezolano que logre las tres simultáneamente. Los deportistas, los empresarios exitosos, los profesionales liberales que viven en esta intersección, los políticos de oficio, los vivos, los corruptos y una última categoría de reciente bautismo pero de vieja data como son los “pranes", configuran arquetipos sociales a diferentes niveles. La Riqueza para que sea sujeta de Reconocimiento debe y tiene que mostrarse.  La exposición de los bienes materiales es fundamental. Quien carece de ellos, no tiene nada que mostrar y por ende, en una sociedad estructurada sobre la base del Poder como motivación, la pobreza material es estigmática en tanto no admite Reconocimiento alguno al no poder hacer exhibición de bienes materiales.

Valorada como signo de fracaso, solo mueve a “la caridad y la lástima”, además de lo que nos atrevemos a definir como el Des-Reconocimiento, una suerte de fuerza que representa el “Reconocimiento Negativo” que en Venezuela parece estar contenida en solo vocablo, que más allá de tratarse de una mala palabra, tiene un peso específico notable: “Guevón o Huevón”. Para quien vive en la pobreza material, además de la indignidad, reduce sus posibilidades de desarrollo en su medio (aún más fuera de él) y convierte a quien lo posee como mote cotidiano, en individuo beta. La ausencia total o parcial de oportunidades para la consecución de bienes materiales, se traduce en impotencia que termina moviendo, a los más imperiosos, a la acción, una suerte de acción para imponerse y así ganarse el Reconocimiento.

Por pobreza social entendemos la ausencia parcial o total de oportunidades de surgir o integrase a un medio social sin uso de la violencia o alguna forma de ella. Reiterando que se trata de definiciones bien simplistas para reducir complicaciones propias de la observación, esta clase de pobreza, en el ámbito de una sociedad estructurada desde la base del Poder, empuja a quien la padece hacia formas de violencia, que se traducen en la búsqueda del Reconocimiento (como “forma de participación más elaborada”) o la simple expresión violenta para “hacerse de un espacio”. La anomia es la forma más violenta de la pobreza social. En un ejercicio en primera persona “ante una sociedad que me ignora, no me queda otro remedio que utilizar la violencia para hacerme notar”. La pobreza social impele a su paciente a “ser violento” para obtener el Reconocimiento. La “comprensión de la Ley”, como instrumento jurídico que debe “obedecerse” para vivir cumpliendo el pacto de la sana convivencia, así como aquello que llamamos en las sociedades burguesas “buenas costumbres”, representan abstracciones que no guardan correlato alguno con el medio que  rodea de cotidiano a quien padece la pobreza social. Quien tiene la obligación de sobrevivir, no puede razonar más allá de su propia supervivencia.

Finalmente y de manera empírica, tenemos la pobreza cultural, misma que entendemos como la ausencia total o parcial de medios para obtener alguna forma de patrimonio cultural bien sea por vía formal (educación e instrucción básica en planteles educativos) o por vía informal (lectura o acceso a medios informativos o alguna clase de tecnología de información). Este tipo de pobreza puede ser deformada en su percepción, mediante el uso de medios tecnológicos accesibles al público u obtenidos por vía violenta, virtud del ejercicio de conductas impelidas por la pobreza material y la pobreza social. Y esta última situación nos lleva, de nuevo, a la aplicación del axioma cantoriano de la Intersección.

Sean la Pobreza Material (Pm), la Pobreza Social (Ps) y la Pobreza Cultural (Pc) los tres conjuntos que unidos, hacen el conjunto mayor de la Pobreza (P); en la intersección del conjunto de la Pobreza Material, la Pobreza Social y la Pobreza Cultural, habitan los individuos (elementos comunes a los tres conjuntos) afectados por las tres clases de pobreza. Son aquellos que no tienen acceso a los bienes materiales o a alguna clase de ellos; los que no tienen acceso a ninguna forma de educación, solo la que perciben empíricamente y en su medio de pertenencia, por la vía del comportamiento indispensable para la supervivencia; y, finalmente, los que carecen de todo medio (o una parte sustantiva de ellos) para insertarse en otro medio social que no sea el socavón de pobreza al que pertenecieron sus padres, ellos y pertenecerán a futuro sus hijos. Representan el lumpen para los marxistas; los olvidados para los románticos; los marginados para los sociólogos y, peor aún, “los don nadie” en una sociedad estructurada sobre la base del poder.

Sin datos estadísticos para probarlo, podríamos sin embargo empíricamente observar que  cada día se incrementa la población venezolana que habita en la intersección Pmsc, esto es, el conjunto que contiene los elementos comunes a las tres pobrezas  y, en tal sentido, acaso sea por eso que la anomia avanza sin remedio. Por otra parte, conviene a la estrategia de permanencia en el tiempo para quienes hoy detentan el Poder Político, el incremento de población en la intersección referida. El manejo del discurso del “odio de clases” es más eficiente y efectivo. Las interpretaciones omnicomprensivas y por ello bien simples que ofrecen las ideologías cerradas y radicales, sirven al propósito de alimentar la necesidad de Reconocimiento que echan en falta los individuos que habitan en las distintas Pobrezas, con más razón en su intersección.

Desde esta perspectiva, la incertidumbre política, una categoría que bien podría definirse como la ausencia de certidumbre o de la probabilidad de determinar algún valor de certidumbre respecto del futuro político[1], se hace cada vez mayor, creciendo en progresión geométrica a una razón que viene determinada por el factor de crecimiento de la población de individuos que, días tras día, se incorporan a la intersección antes definida. Los hechos recientes ocurridos en Ciudad Bolívar pudiesen ser explicados desde la intersección de las tres pobrezas y la consecuente confluencia de mayor cantidad de población al espacio de esa intersección. Más concretamente: la marcha de la intersección de las tres pobrezas condiciona el incremento de la incertidumbre política, incertidumbre que se extiende hacia el futuro real de la nación venezolana…





[1] …entendiendo la política como la forma de obtener poder político por la vía de la dominación, para luego distribuirlo entre las diferentes configuraciones políticas…

jueves, 8 de diciembre de 2016

Democracia, Estado de Bienestar y Sistemas de Conflictos.

La Democracia es, en el sentido aristotélico del término, una forma de gobierno. Junto a la Oligarquía y la Aristocracia comparte esta definición en el marco de la más clásica filosofía política de este grande del pensamiento humano occidental de todos los tiempos: Aristóteles. Con el devenir del tiempo y más específicamente entre los siglos XX y XXI, adquirió un peso específico singular, tanto que asumió identidades en un amplio espectro político ideológico. Así, luego del triunfo de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, la democracia representativa, con división de poderes, procesos electorales tanto para la escogencia de representantes a un parlamento bicameral como a su propia Primera Magistratura Nacional, en el contexto del Capitalismo Desarrollista como sistema económico, anclado en una sociedad de clases con el empresario capitalista a la cabeza, terminó siendo asumida como el paradigma democrático occidental, incluso en los países con monarquías constitucionales.

El modelo de la Democracia Participativa, Directa y Social, impulsada por filósofos y teóricos políticos como Poulantzas, Peat y Macpherson, neosocialistas y, por otra parte, la Democracia Popular, una forma sui generis propia de los países autodenominados socialistas, terminaron por cerrar el abanico de opciones “democráticas” en los países de alguna figuración pública en el  mundo de postguerra. La Guerra Fría y los intereses geopolíticos de los bloques en pugna, colocaron en contravía a la Democracia Popular y la Democracia Representativa, haciendo los actores en liza que “el bienestar económico” se asociase a la dicotomía inextricable de Capitalismo-Democracia Representativa, mientras “el malestar económico” (pobreza, exacción, fracaso y ruina), empíricamente comprobable, se hermanase al Socialismo-Democracia Popular.

Ante el fracaso económico evidente de los países con y en Socialismo-Democracia Popular, al no hacer posible, mediante economías centralizadas, el logro de “la justa distribución de la riqueza” pero sí “la justa distribución de la pobreza” (con, además y por añadidura, la consecuente creación contradictoria de unas “oligarquías revolucionarias” identificadas con el curioso nombre de “Nomenklaturas”) la dicotomía Capitalismo-Democracia se alzó con la presea del Bienestar, siendo este estado, esto es, el Estado de Bienestar, inextricablemente unido al par dicotómico referido.

Un Sistema de Conflictos es, por definición nuestra, un sistema complejo cuyas partes interactuantes son, a su vez, sistemas de conflictos sociales, económicos y civiles-militares que terminan alcanzando, virtud de su relacionamiento mutuo, un fin común, fin que hace que su crecimiento e intersección, lo mantengan en cohesión dinámica, rotando intersectado al interior del Sistema Político. Finalmente, el Sistema Político es llevado, por acumulación permanente de perturbaciones, al umbral de inestabilidad y de allí, al través de su trascendencia, hacia otras configuraciones sistémicas.

De manera que siendo el Estado de Bienestar consustancial a la dicotomía Capitalismo-Democracia Representativa, la pérdida del primero supone el debilitamiento de la segunda. Veamos esta situación a la luz de los Sistemas de Conflictos. El Sistema de Conflictos Socioeconómicos como sistema complejo, se va integrando con todas aquellas situaciones conflictuales que tiene su origen en la forma, cuantía y modos de distribución de la riqueza. Así los conflictos laborales (desempleo, bajos salarios, por ejemplo), la pobreza, la inasistencia social, la falta de acceso a la educación y la muy elemental satisfacción de las necesidades básicas mediante el acceso oportuno y suficiente a los bienes y servicios, van cargando de perturbaciones (y por ende de entropía) al Sistema de Conflictos Socioeconómicos. Entra en rotación al interior del Sistema Político primero en un recodo, luego en el centro y finalmente en buena parte de la constitución sistémica política, haciéndose totalmente visible. No tarda ese Sistema de Conflictos Socioeconómicos en intersectarse con el Sistema de Conflictos Políticos. Integrado por los conflictos de naturaleza política, esto es, aquellos derivados de las confrontaciones ideológicas, la falta de acceso al poder político, los apremios por la condición de minorías “beta” en el espectro de partidos políticos, las fricciones inter e intrasistémicas en las fronteras entre lo político (la participación) y lo ideológico (confrontación socialismo-capitalismo) y, finalmente, la elemental lucha por el poder, las confrontaciones por motivos sociales y económicos, comienzan a ser “explicadas” en la retórica política, haciéndose parte de su patrimonio argumental y ayudando a disminuir la disonancia cognitiva de los actores que, mientras más pobres cultural y materialmente, dan pábulo a aquellas “justificaciones” dónde encuentran “respuestas” o “razones” a sus sufrimientos y posibilidad cierta de conjurarlos a corto plazo.

Los colectivos sociales jamás miran hacia atrás; siempre parecen vivir en el “aquí y ahora” y el “discurso político apropiado” ayuda a la satisfacción de los apremios políticos de poder, utilizando como “motivos básicos” las necesidades de las gentes. Así, el Sistema de Conflictos Socioeconómicos (reales) se intersecta con el Sistema de Conflictos Políticos (reales, existentes o creados al calor de la turbulencia socioeconómica) para dar origen a un Sistema de Conflictos más amplio, más entrópico en sí mismo y, por ende, aún más entrópico al Sistema Político.

Las perturbaciones, en aumento gracias a la entropía social, política y económica, no tardan en manifestarse en situaciones explosivas y, más temprano que tarde, el Sistema Político comienza a “defenderse” mediante el empleo de la Fuerza Pública, llámese Policía o Fuerzas Armadas. En un inicio como “represor”, los conflictos civiles-militares responden a una confrontación entre bandos opuestos enfrentados: los civiles manifestándose en protestas de naturaleza violenta (o acaso no) y la fuerza pública como garante de “la ley y el orden”. Pero policías y militares hacen parte de la sociedad y es posible que al interior de algún cuerpo de tal naturaleza, se comiencen a gestar conflictos que, gracias a la sordina legal militar, se mantengan a “soto voce”. Lo cierto es que, cuando tales conflictos afloran en forma de confrontación intrasistémica, los tres sistemas se intersectan y el Sistema Político entra en una grave crisis existencial.

Al borde de esa crisis de cuasi supervivencia del Sistema Político, renacen los nacionalismos, las xenofobias, los encerramientos, los mensajes elementales donde “Patria, Estabilidad y Seguridad” son los conceptos que como malformaciones congénitas, hacen eclosión en sociedades inveteradamente enfermas por sus propias contradicciones. En los países desarrollados, se transforman en “nuevos liderazgos”, inscritos en “nuevas organizaciones” políticas, con “nuevos mensajes” que, al esculcarlos en sus contenidos, solo se consiguen las mismas “frases hechas” en el pasado nazi-fascista de la humanidad. En los países pequeños y débiles institucionalmente, devienen en guerras civiles o en los sueños trasnochados de y para el hallazgo de “dictadores mesiánicos” o ideologías revolucionarias vindicativas y distribuidoras de riqueza, dirigidas o no por aquellos.

La consustancialidad que del Capitalismo-Democracia y Estado de Bienestar se construyó en Europa Occidental luego del fin de la Segunda Guerra mundial, está llevando hoy a esa región continental al borde de su propia crisis existencial. Italia cruje bajo el peso de una crisis económica y se voltea por una parte hacia el viejo Fascismo y, por la otra, hacia un Socialismo sarampionoso y vengador. Austria hace lo propio, viendo en el Nazismo redivivo la posibilidad de su salida de una crisis económica, que ya empezó a manifestarse en sus ciudades más pequeñas. En Alemania, la cuna del error hitleriano en los años 30, ya empezó el “nacionalismo alemán” a amenazar el poder, por la vía de la imposibilidad de la CDU de evitar el colapso económico en ciernes, del que culpa la población más ignorante a los migrantes en masa procedentes de oriente próximo.

Se tambalea la Turquía democrática y da paso a un Rejep Tagip Erdogan que se disfraza de Ataturk, cuando bajo sus vestiduras “muy occidentales”, se ven los calzados acornados de Selim. Y en nuestros predios, ya están empezando a mostrar las garras dictadorzuelos, tanto de un extremo como del otro, con arrestos de “Perones” de ultraderechas o de “Stalinotes” de izquierda acomodaticia: Macri y Maduro son pruebas vivientes de ello. Todo esto nos hace pensar que la “D” de Democracia y de Dinero, parece ser la misma, esto es, la Democracia es débil cuando es débil el Estado de Bienestar. Solo sobrevive la idea decente de un gobierno del pueblo, para pueblo y por el pueblo, cuando hay suficiente dinero del pueblo, para invertir por el pueblo, sobre todo para el pueblo y, más que nada, para repletar los bolsillos de quienes “democráticamente” lo dirigen. Triste destino el de la humanidad. ¡Que poco ha aprendido de sus grandes errores!



martes, 6 de diciembre de 2016

Hasta la victoria… ¿Siempre?

En un ciclo de once conferencias en la Universidad de Harvard, allá por los años 70, el Profesor John Austin dio a conocer una muy importante interpretación respecto de las oraciones como construcciones verbales o escritas. Dijo entonces el Profesor Austin que las oraciones eran realmente “actos de habla” en tanto quienes las construían, lo hacían en atención a la expresión formal de tres acciones: informar algo, tratar de producir un efecto sobre quien escuchaba (o leía) y, definitivamente, producir un efecto deseado en quien escuchaba (o leía). Cada uno de esos “actos” fue bautizado específicamente por el Profesor Austin; a los primeros los llamó “locuciones”; a los segundos “ilocuciones”; y a los terceros “perlocuciones”.

El Profesor Quentin Skinner, en la muy afamada y antigua Universidad de Cambridge, siguiendo la teoría del Profesor Austin, formuló el argumento que en todo discurso cada acto habla estaba dotado de una intencionalidad, escrutable en el discurso como texto, estudiado en un contexto determinado. Y finalmente el Profesor J.G.A Pockock, también importante catedrático de esa muy prestigiosa casa inglesa de estudios, terminó definiendo al discurso político como un conjunto estructurado de actos de habla, dotado de una intencionalidad precisa y proferido en un contexto de prácticas sociales y situaciones históricas determinadas.

La pretensión de este artículo es escrutar la intencionalidad del acto del habla con el que se titula; en cual discurso político se inserta;  a qué alude y en qué contexto; y, finalmente, a cuales “situaciones históricas” pertenece. Finalmente, se hace un ejercicio personalísimo respecto de su validez y se hace notar que, quienes lo pronuncian, pero, peor aún, quienes lo escuchan, no han entendido que, en sí mismo, encierra una importante contradicción, contradicción que por desgracia lo debilita temporal y moralmente, según la humilde percepción de quien estas líneas escribe.

Atribuido al Doctor Ernesto Guevara de la Serna (también se le atribuye al Doctor Fidel Castro Ruz), mejor conocido como el Che, la encarnación cabal del guerrillero heroico y del revolucionario marxista del siglo XX, “Hasta la victoria, siempre”  es un acto de habla que viaja de la locución a la perlocución en un instante. Con lo que pareciese ser el deseo inicial de “informar” la resolución de quien la profiere (en tanto su thelos) esto es, la intención de marchar “hacia la victoria” todo el tiempo que sea necesario, aún más allá de la finitud humana de quien la pronuncia, adquiere en un instante la categoría de ilocución porque se desea causar en quien oye la impresión de la resuelta voluntad de quien la pronuncia, convirtiéndose en perlocución para quien en trance de convertirse, decide avanzar hacia la victoria, siempre que sea en pos de quien asume tamaño compromiso al proferirlo.

Este acto de habla se ha transformado en la fórmula final del discurso marxista revolucionario latinoamericano, especialmente en quienes tienen la responsabilidad de su pronunciación pública. Marca el “punto final” de todo párrafo inscrito en la resolución de los gobernantes cubanos, cada vez que tienen una aparición pública y multitudinaria, siendo su clara intencionalidad mostrar “la garra voluntariosa” que precede a la acción. Es un acto nacido en el contexto histórico que marcó el inicio de la lucha armada marxista en el continente americano (norte, centro y sur) de habla luso-hispana con ocasión del triunfo de la Revolución Cubana (el hecho bélico) en las postrimerías de la quinta década del siglo XX. Ese acto nos ha acompañado por más de 60 años y ha sido pinta de pared, consigna de muchachada, cierre de obrero discurso y marca de fábrica de una forma de hacer política real en nuestros predios.

Sin embargo encierra una contradicción interna, paradójico en una construcción marxista, dónde las contradicciones activan la dialéctica como forma de ver y hacer historia. Desde nuestro punto de vista, acaso una contradicción que destruye buena parte de su contenido y convierte, tan potente e histórico acto de habla, en mera fórmula retórica hoy. Comencemos por el principio, no queriendo, claro, hacer el papel del “analizador de chistes”, esto es, aquel que de tanto buscar explicaciones, termina por desdibujar el chascarrillo y despojarlo de su gracia, en aras de una “supuesta claridad de pensamiento”. Pero asumamos el papel y por ende, la responsabilidad.

El adverbio “Hasta” sugiere un límite: “Te amo hasta que muera”, “Hasta que la muerte nos separe”, “Hasta el fin del mundo”. De modo que la voz nos indica que “Hasta que lleguemos dónde tengamos que llegar” la acción que precede el adverbio se mantendrá, luego de ella fenecerá o se cambiará por otra. “La Victoria” es lo contrario de la derrota; el pago máximo de todo juego suma cero; la meta del combate, sea político o armado; la enseña del reconocimiento; el resultado anhelado en la contienda deportiva. Como solía decir John F. Kennedy: la victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana. La combinación del adverbio y el sustantivo, nos conduce al acto de habla: “Hasta la victoria”. Este potente acto de habla nos sugiere que mientras no logremos la victoria, seguiremos avanzando hacia ella, lo cual implica la existencia de una lucha que, por ahora, no tiene definición en el tiempo. Pero si se logra la victoria o alguna clase de ella ¿Fenece el contenido del acto? De ahí la importancia del otro adverbio: “Siempre”. Combinado al acto inicial, nos proporcionaría un acto de habla mucho más completo: “Hasta la victoria siempre”. La potencia del acto ha crecido hasta convertirlo casi en perlocución, esto es y en una suerte de interpretación propia: “No importa cuánto tiempo pase, seguiremos avanzando hacia la victoria, cualquier clase de victoria, su cuantía carece de importancia…”. Luce ser un acto proferido por un hombre tremendamente perseverante, como de hecho lo fuesen Guevara y Castro, y es posible que llegara a significar la enseña fundamental de sus vidas.

Pero aquí empiezan las contradicciones, que van transformando el acto en simple forma retórica, al adscribirlo a otros oradores en otros discursos. Para Fidel Castro  y sus seguidores, el triunfo de la Revolución Cubana fue hecho cumplido y cierto. Aún el sábado próximo pasado y en sus exequias, se insistía en ello, mediante la confirmación de sus “logros revolucionarios”. Quien alcanza un logro triunfa, esto es, obtiene la victoria en su lucha. Entonces nos preguntamos: quién alcanza la victoria en su contienda concreta ¿Seguirá luchando hasta la victoria siempre, aun habiendo llegado a ella? Si la Revolución cubana es dechado de victorias ¿Por qué y para qué seguir luchando hasta la victoria siempre? ¿Y cómo se puede luchar “Hasta siempre” si “Siempre” sugiere infinitud de tiempo y el humano es finito? ¿Cómo se convence al hombre común de que luche “Hasta la victoria siempre” con hambre y privaciones? ¿Cómo puede exigir un burócrata cómodo, en medio de lujos y en el usufructo vulgar del poder, que se dedique un escaso “siempre”, limitado por el tracto de una vida humana, al logro de una “victoria” que no es tangible para quien oye? Con estas inocentes preguntas hemos dejado testimonio de algunas de las contradicciones que lleva consigo este, ahora, en apariencia potente acto de habla. Reducido a fórmula retórica, no pasa de ser equivalente al grito del boguero en la regata, al cántico ritual en un juego de fútbol o el grito de guerra de un partido político tradicional, en el contexto de la pugna interpartidaria cotidiana. Los marxistas leninistas de corte tropical deberían entender la importancia de este acto de habla en la construcción de sus discursos, el compromiso que entraña y de las voluntades de quienes viene.

Comprometerse con una lucha “Hasta la victoria, siempre” escapa de las fuerzas humanas habituales y no hay, especialmente entre los miembros de las Nomenklaturas en los predios nuestros dónde hoy existen, hombres con la talla necesaria para luchar por una victoria hasta el fin de su existencia. Son esos individuos los que la exclamarían como el título del artículo: “Hasta la victoria… ¿Siempre?...”



domingo, 4 de diciembre de 2016

Líderes carismáticos, geometría plana y la “supervivencia” de las revoluciones devenidas en sistemas políticos.

En la autopista de la información, así como en este blog específicamente, hemos referido un trabajo nuestro denominado “La célula pentagonal de poder”  que plantea un modelo descriptivo  acerca de cómo nace, se forma y termina auto-organizándose el poder político, económico y social en torno al líder carismático dominador, cuando los sistemas políticos nacen de la mente, las acciones y procederes formales de este último. Al propio tiempo y según parece sugerir la evidencia empírica,  cada vez que se da un movimiento político ideológico que lleva por nombre “Revolución” y este último es conducido por un líder carismático dominador, si logra su pervivencia en el tiempo, “la Revolución” (misma que conserva su nombre de bautismo desde el principio y hasta lo que pudiese convertirse en su final) deviene en sistema político, al frente del cual se coloca el líder carismático en condición de líder fundamental, Primer Mandatario Nacional y “Pater Familiae” de todo y todos.

Desde la perspectiva de nuestro modelo, concebido como un polígono pentagonal al interior del cual se inscribe una circunferencia (misma que se traza desde el centro geométrico del pentágono) es precisamente el círculo, al interior de la circunferencia, lo que constituye el espacio que ocupa el líder carismático dominador. Los cinco lados del pentágono representan los personajes esenciales que rodean al líder, a saber, el  romántico, el ideólogo, el político de oficio, el soldado y el negociante. No trataremos en detalle a los personajes (ya descritos en otros artículos de este blog y ampliamente desarrollados en el trabajo referido) sino a las figuras planas que se derivan del examen del pentágono y que se van escindiendo de él sutilmente, en la medida que avanza el tiempo, una vez desaparecido el núcleo de la célula, precisamente el círculo al interior de la circunferencia, esto es el líder carismático dominador. Esta escisión geométrica pretende sugerir como los sistemas políticos derivados de una “Revolución” conducida por un líder carismático dominador, una vez desaparecido este último, tienden a debilitarse y, eventualmente, a desaparecer en un cambio de identidad.
La célula pentagonal de poder, precisamente por su forma geométrica, puede ser “dividida” (geométricamente) en dos figuras planas distintas. Suponiendo que el pentágono se trazara sobre una hoja de papel y tuviese una orientación en función de los puntos cardinales (N, S, E Y O), el vértice superior apuntaría hacia el norte y la base descansaría sobre el sur. Los vértices extremos a izquierda y derecha, se orientarían hacia el Este y el Oeste respectivamente. Si trazamos una línea recta que una el vértice Este con el vértice Oeste, obtendríamos un triángulo superior y, debajo de este, un trapezoide de cuatro lados. La recta trazada para unir los vértices sería la base del triángulo y, al propio tiempo, uno de los lados del trapezoide. Los lados superiores, del triángulo superior, estarían constituidos por el Romántico y el Ideólogo; los lados bajos de trapezoide por el político de oficio y el negociante a los flancos, y el soldado en la base.

Hablemos del triángulo superior, al que definiremos como el Triángulo Romántico-Ideológico. Mientras el líder carismático dominador exista, un arco de circunferencia de él penetrará al interior del Triángulo Romántico-Ideológico. Es su presencia mítica, su palabra señera, sus actos y actuaciones, sus creaciones políticas y ejercicios discursivos ideológicos (presuntamente o no), los que “mueven” al romántico hasta las lágrimas y nutren al ideólogo en su creencia que formaliza en doctrina y luego organiza en partido político. El área del Triángulo Romántico-Ideológico lo ocupan en su totalidad “la idea y el romance” que devienen del líder carismático dominador, su épica, impronta y su acción heroica cotidiana expresada en el discurso y que los alimenta a todos como sabia a la planta, sangre al cuerpo, luz al día.

Hablemos ahora del trapezoide inferior, mismo que definiremos como el Trapecio Poder-Riqueza. Son sus lados, como ya indicásemos, el Político de Oficio y el Negociante y su base, su fuerza y sustento, el Soldado. Otro arco de circunferencia del líder carismático dominador penetra a esta figura. Su presencia controla la avidez por el poder del político de oficio; los arrestos autoritarios del soldado; y la ambición por la riqueza material del negociante. El líder carismático dominador lo visa todo, lo supervisa todo, los “vigila” a todos; media, arbitra, sanciona, aprueba y desaprueba los “movimientos” que se dan entre partes. Es su presencia plétora de “autoritas y potestas” la que garantiza el equilibrio interno de aquel “trapezoide de ambiciones”, cuyo espacio lo ocupa en su totalidad la avidez por el poder y la riqueza.

La base del  Triángulo Romántico-Ideológico lo constituyen, siempre a través de la observación vigilante del líder carismático dominador, pequeñas secciones de políticos de oficio y negociantes con intereses concretos en momentos determinados, respecto de aquellos que contiene esa figura plana y una importante componente de soldados que se identifican con la idea y el romance que produce la presencia del Líder-Jefe-Comandante. Esta estructura celular, en la medida en que el líder carismático dominador comienza a marchar de la “Revolución” declarada en un principio a la construcción de un Sistema Político, se va replicando a diversos niveles, creciendo por imitación y trocándose en Retícula Celular que, como tejido canceroso, va “colonizando” espacios del Sistema Político, tanto  a nivel del Estado como a nivel Societal, terminando por constituir Retículas Oligárquicas de diversos niveles, cuya existencia, a su vez, se va solidificando en el tiempo. Pero cabe preguntarse ¿Qué podría ocurrir si el líder carismático dominador, “Pater celular” de aquella estructura, muere? ¿Qué ocurre si su “circunferencia cohesionadora y penetrante” desaparece? Hagamos un ejercicio.

Al desaparecer total y físicamente el líder carismático dominador, la célula pierde su núcleo y el pentágono su figura plana mediadora, controladora e inspiradora. El miedo inicial paraliza; el Triángulo Romántico-Ideológico de debate entre el llanto y la perplejidad, si la desaparición es pronta; pero si esta era esperada y luego de un largo período, ya se han solidificado los principios, fortalecido las organizaciones políticas, identificado los “albaceas indiscutibles” de los legados y se ha formado una grey. Los “templos” se han construido y solo hay una actitud vigilante respecto del Trapecio Poder-Riqueza. Pero hay un celo característico respecto del “legado”. En el Triángulo Romántico-Ideológico permanecen vigilantes los que se consideran “los guardianes”. Una cosa distinta ocurre si la muerte es pronta y sorpresiva; el asunto de la sucesión carismática no se ha resuelto. La “unción” es cosa emergente y la solidificación es poca.

La célula pentagonal tiende a escindirse; el Triángulo Romántico-Ideológico comienza a separarse del Trapecio Poder-Riqueza y al interior de este último, se forman grupos de intereses que comienzan por atrincherarse en sus espacios de poder. La escisión se produce porque en el Triángulo la preocupación es ideológica y por la preservación de aquello que allí se considera “la pura aspiración del líder carismático” respecto del futuro de y en “Revolución”.

Abajo, en el trapezoide, la preocupación es otra; se trata de la preservación de los privilegios, de la riqueza, del control de los hilos del poder, del manejo de las armas y su conservación. Y no habiendo la presencia del líder, cada apetencia pierde sus frenos, la avidez no tiene mediación, y la ambición corre libre de presión y apremio. Lo único que garantizará la pervivencia de aquella célula generatriz y sus retículas tributarias, será la existencia de un “enemigo” común, contra el cual se enfilarán todas las baterías: será lo único “común” a ambas estructuras. Cuando el enemigo común yazca derrotado, la separación sutil entrambas estructuras, apenas perceptible en un principio, se hará patentemente visible y comenzará el tránsito de la “Revolución” hecha luego “Sistema Político”,  hacia su inexorable trascendencia en dirección a otra configuración sistémica, que posiblemente se intente construir bajo la égida espiritual y teórico-política-ideológica del líder carismático desaparecido, pero en el contexto de “una nueva interpretación de sus ideas”, acaso una hábil justificación para salir definitivamente de ellas.






sábado, 3 de diciembre de 2016

Teoría de Conjuntos, “Las Cubanías” y su intersección: ¿Acaso vacía?...

Yusnaby Pérez es un conocido disidente cubano que publica sus trabajos, videos y entrevistas por las redes sociales. Hoy de madrugada, acaso la hora más conveniente para “mirar y leer” noticias en las redes sociales, tuve la oportunidad de observar un programa de TV con ocasión de la muerte de Fidel Castro, que colgase Yusnaby en algún momento, se originase en España y dónde se confrontasen dos jóvenes personajes: uno crecido y producto de la “Revolución” y otro (más bien otra) nacida de la exacción y el extrañamiento de esa misma “Revolución”. Allí me surgió la necesidad de explicarme, como observador externo que vive los “prolegómenos” de un proceso similar, la existencia de dos “cubanías” concebidas como “Conjuntos” al interior de la “Teoría de Conjuntos” en la Matemática.

Comencemos por definir un “Conjunto” desde los extremos más simples (según nuestra perspectiva), esto es,  aquellos que plantea el distinguido matemático europeo George Cantor en su aproximación (definida como Teoría Cantoriana de Conjuntos) la primera, realmente, acerca de esa noción. Dice Cantor que un “Conjunto” es una colección de objetos, con características comunes y sobre la cual no existe duda probable acerca de su conmensurabilidad. Para los conjuntos infinitos (los conjuntos de números por ejemplo) Cantor tiene otras previsiones, irrelevantes, por ahora, para nuestro ejercicio. Hagamos una extensión conceptual: si podemos definir como conjunto conmensurable (desde Cantor) a una “colección de objetos con características comunes”, por inducción analógica (si se me permite la construcción de esta locución en alguna medida redundante), podríamos definir entonces a una “colección de sujetos humanos con características comunes” como un “conjunto conmensurable”.

En la Teoría Cantoriana de Conjuntos existen tres axiomas básicos: el axioma de contención, el axioma de unión y el axioma de intersección. El primero de ellos, a grandes rasgos y desistiendo del uso formal de la notación matemática creada por Cantor para estos fines, con el objeto de hacer más asequible la explicación, establece que todo conjunto se contiene así mismo y puede contener otros conjuntos. Así por ejemplo, el grupo de metales de una orquesta se contiene así mismo y además es contenido por el conjunto orquesta, por definición, el conjunto más grande que lo contiene. El grupo de metales y de cuerdas, pueden unirse y formar un conjunto más grande (subconjunto) de músicos en esa orquesta, de manera que todos los subconjuntos de la orquesta unidos, hacen la orquesta. Este es el segundo axioma de Cantor: dos conjuntos unidos pueden formar un tercer conjunto que los contiene a los dos. El tercer axioma se refiere a la intersección. Supongamos que dos hermanos tocan en la orquesta, uno es ejecutante del violín y otro de la trompeta. Si intentamos intersectar los subconjuntos metales y cuerdas por los instrumentos, no habrá nada en común, pero si los intersectamos por el parentesco de los ejecutantes, ambos subconjuntos, cuerdas y metales, tendrán estos dos elementos comunes y los dos hermanos constituirán un tercer conjunto, es decir, el conjunto de los elementos comunes a los subconjuntos de metales y cuerdas en la misma orquesta. Si esta intersección no fuese posible de ningún modo, Cantor la define como la “intersección vacía”, por definición otra vez, el conjunto cuyo único elemento es la nada.

Luego de la Revolución y por lo que parece haber sido una estrategia evidente de Fidel Castro y sus seguidores, existen dos “Cubanías” conmensurables y con características comunes: una  interna aparentemente “comunista o socialista, revolucionaria, discursivamente grandilocuente, agradecida y feliz”; y otra “anticomunista, contrarevolucionaria, discursivamente discreta, anglo-antillana y ambiciosamente materialista”. Esas serían las “características comunes” que unos y otros se endilgarían. Acaso la segunda “Cubanía” diría de la primera que se trata de una postura artificial que el castrismo les obliga a asumir públicamente para sobrevivir y los primeros dirían de los segundos que “el imperialismo” les ha obligado a odiarlos como cobro de su permanencia en sus predios, dentro de su estrategia de “rendir a la Cubanía original”.

Lo interesante es que en ambas “Cubanías” hay sujetos que configuran “víctimas reales” de la creación original de ambas “Cubanías”, así como también hay “afortunados prebendarios” en ambos conjuntos. Por otra parte, ambas “Cubanías” como conjuntos, han sido obligadas, por los conjuntos más grandes que los contienen, a entrar en una suerte de juego de “perdón” a la que ninguna de las dos como colectivos humanos, están moralmente obligadas a otorgarse. Liborio Peter Pan no le debe nada a Liborio Pionerito; y Liborio Pionerito no tiene que exigirle explicaciones a Liborio Peter Pan. Ambos fueron víctimas de un plan preconcebido producto de ideologías extremas y totalitarias (tanto el imperialismo capitalista norteamericano como el marxismo tropical castrista) cuyo interés fue, es y será la imposición de una interpretación única de la realidad. La verdadera intersección vacía existe entre ambas ideologías totalitarias, no entre las dos “Cubanías”.  Y vamos a probarlo de inmediato.

El “punto cubano”, “el son” y “el bolero”; “los moros y cristianos”; “la ropa vieja”; y “el sanduche cubano”; “los villancicos decemebrinos”; “el tongoneo” y “el Ñó”…son elementos comunes a ambos conjuntos, esto es, la “Cubanía Revolucionaria” y la “Cubanía Capitalista Mayamera”. Es posible que esa tarea propia de los totalitarismos que conciben la realidad desde la concepción de “amigo o enemigo” haya tenido éxito en la lejana península de Corea, la Alemania Nazi o el Viet-Nam de los años sesenta. Pero no lo ha logrado, ni lo logrará en nuestras tierras de manera permanente: el alma nos une al través de un pasado común que es más fuerte que las intencionalidades de poder. Y más pronto que tarde, la “Cubanía Mayamera” se encontrará en su lar común con la “Cubanía Revolucionaria” y ambas se comerán, al fin, “su lechón decembrino en Cuba” porque, inexorablemente, como tenía que ser algún día, Fidel ha muerto.