jueves, 20 de octubre de 2016

Una aproximación interdisciplinaria a la definición del Sistema Político. La experiencia venezolana.

Doménico Fisichella podría ser considerado como un político de simpatías monárquicas en la Italia republicana de la era contemporánea. Posiblemente se le vincularía con Silvio Berlusconni en calidad de ministro de su gobierno; como miembro previamente del senado italiano y militante, además de fundador, de varios movimientos políticos italianos. Pero no es ese Fisichella el que nos interesa; nos interesa el académico, el que ha sido cifra en la Ciencia Política y que ha dedicado buena parte de su vida a la docencia, la escritura y la investigación. Sin demérito de su accionar en la política real, es para nosotros esencial aproximarnos a Fisichella como científico.

El Profesor Fisichella, abogado, laureado en Jurisprudencia en la Universidad de Perugia, luego Profesor en la Universidad de Florencia y más tarde emérito de la Universidad de Roma “La Sapienza”, ha escrito más de treinta obras relativas a la Ciencia Política, que van desde la teorización de su postura monárquica hasta el dinero como instrumento político de cambio. Es de interés nuestro su modelo de Sistema Político, a partir del cual construiremos una modesta versión propia, versión que aplicaremos a la interpretación del Sistema Político de Venezuela, país al que pertenecemos “tanti in corpore come in ánima”.

A grandes rasgos, el modelo de Sistema Político del Profesor Fisichella, que en alguna medida se basa en los trabajos del científico político americano-canadiense David Easton, entiende y representa al Sistema Político como un conjunto de partes interactuantes y correlacionadas, que están constituidas específicamente  por el Estado, siendo este a su vez constituido por el Poder Público, que al propio tiempo resulta continente de las estructuras burocráticas que se le son atinentes. Ese Estado es atravesado de manera transversal por los Partidos Políticos quienes, en un mismo trayecto transversal, entran en otras Organizaciones Sociales de variada índole. El Sistema Político, en consecuencia, termina siendo continente de todo lo anterior, siendo la “relación política” el elemento cohesionante de aquella estructura en vivencia dinámica.

Partimos de una proposición como supuesto teórico que devenida en hipótesis, requeriría ser probada empíricamente mediante exhaustiva investigación pero que, por ahora, reiteramos, lo asumimos como suposición propositiva: nuestras sociedades suramericanas son sociedades estructuradas sobre la base del poder como motivación (David McLelland, 1971) y en tal sentido las búsquedas motivacionales esenciales son el mando y la riqueza, siendo el reconocimiento que de ellas se deriva, la máxima consideración como impulso y razón de vida. En la construcción de nuestras estructuras para Venezuela, partimos también del mismo supuesto teórico.

Max Weber afirma que se hace política cuando se trata “…de influir sobre la distribución de poder entre las distintas configuraciones políticas y dentro de cada una de ellas…” [1]; de esta cita es posible derivar que buena parte de la política, en su sentido actual[2] , trata sobre el poder y su distribución, y si la lucha por el poder es de inmanencia humana, es posible derivar por consecuencia que la lucha política es, en buena medida, una pugna por el poder, en este caso, la lucha por el poder político. Desde nuestra proposición, si las nuestras son sociedades estructuradas sobre la base del poder como motivación, sus “configuraciones políticas” se harán con base al poder y la “política” como expresión de  la “lucha por el poder”, dominará con preminencia todos nuestros escenarios, de allí que, para nosotros, el Sistema Político es continente de todas nuestras relaciones sociales, al interior de nuestro entramado social.

De esta (digamos) segunda proposición parte nuestra configuración del Sistema Político venezolano. Continente de todos y todo, porque lo político (entendido “lo político” como toda “lucha por y para la obtención y distribución de poder en cualquier configuración social o con fines de relacionamiento social”), desde esta perspectiva, envuelve a todo y a todos.

Rodeado de un Entorno Internacional del cual pudiesen devenir “variables perturbadoras exógenas” de toda índole, capaces de introducir perturbación e inestabilidad al interior del Sistema Político, este último es continente de dos grandes Subsistemas Políticos a su vez: el Subsistema Político Estado y el Subsistema Político Societal. Intersectados e interactuantes, se definen por sus relaciones, nacidas de su relacionamiento continuo y del cual surgen, a su vez, fricciones intrasistémicas  producidas por “variables perturbadoras endógenas” atinentes también a ese relacionamiento (poder, distribución de poder, influencias, mando político y/o militar, riquezas, prebendas, intereses insatisfechos, aspiraciones por cumplir o no cumplidas, etc.).

El Subsistema Político Estado, es continente a su vez de  dos grandes subsistemas, a saber, el Subsistema Poder Público Nacional, que en nuestro modelo contiene a su vez todas las expresiones de poder público que existan en el país (Poder Estadal, Municipal y todas las ramas que previstas en la Constitucional Nacional, existan como parte del Poder Público) y el Subsistema Fuerzas Armadas, que en este modelo contiene no solo al estamento militar institucional (Ejército, Armada, Aviación, Guardia Nacional y Milicia Popular, en el caso de Venezuela) sino además todo el aparato de seguridad del Estado (organismos policiales y para-policiales). En nuestros países de Hispanoamérica, pero muy especialmente en Venezuela, las Fuerzas Armadas no son “contenidas” por el Poder Público Nacional, son en realidad un verdadero subsistema al interior del Subsistema Estado. Árbitros en algunas oportunidades, protagonistas y detentadores de importantes y verdaderas cuotas de poder, los militares son los artífices del éxito o las derrotas de los sistemas políticos en diversos momentos de nuestra historia nacional venezolana y, en alguna medida, también en Hispanoamérica. Intersectándose (además, en no pocas ocasiones fungiendo el doble papel de “jueces y partes”) con el Poder Público Nacional, lo hacen con “vida propia” a través de la intersección con el segundo gran subsistema de nuestro Sistema Político: el Subsistema Político Societal.

Es el Subsistema Político Societal continente también de un conjunto nutrido de subsistemas, que le confieren vida y se intersectan entre sí, haciéndolo, simultáneamente, tanto con el Subsistema Poder Público Nacional, en el Subsistema Estado, como con el Subsistema Fuerzas Armadas, en el mismo subsistema. Contiene el Subsistema Político Societal, a los subsistemas Partidos Políticos, Gremios y Sindicatos, Empresarios y Comerciantes, Iglesias, Instituciones Educativas, Medios de Comunicación y Otras Organizaciones Sociales de variada índole, que, reiteramos, intersectadas y relacionándose entre sí, van definiendo su existencia, así como sus propias variables perturbadoras endógenas, que producen e inducen sus propias fricciones intrasistémicas. Todo este gran conjunto va rotando y condicionando a su vez sus propias rotaciones, pudiendo llegar, en algún instante, a acumular tal grado de pulsiones y choques entre sus subsistemas contenidos, que el Sistema Político, como un todo, en rotación entrópica, pudiese llegar a su umbral de máxima inestabilidad, trascendiendo la frontera de la perturbación máxima y deviniendo en otra configuración estructural con nuevos relacionamientos y, por ende, nuevos equilibrios, esto es, un nuevo Sistema Político, distinto y en cierta medida “triunfante”.

Con independencia de la “complicación estructural” que este planteamiento pareciese “ofrecer visualmente” lo que pretende es mostrar una “visión dinámica real” de nuestro comportamiento sistémico en lo político y social, clase de movimiento que condiciona no solo los dos últimos aspectos mencionados, sino uno fundamental en la dinámica más contemporánea de los pueblos: el aspecto económico. A veces de la visión sencilla deviene lo complicado, pero con cierta reiteración, de la visión complicada, deviene la solución más sencilla. Los invitamos a “mirarnos” desde nuestra perspectiva sistémica. Quien sabe que experiencia sorpresivamente valiosa podrían sacar de ella…



[1] Weber, Max. Sociología del poder. Los tipos de dominación. ALIANZA. Madrid, 2007. Pág.93.

[2] Maurizio Viroli, en su texto “De la Política a la Razón de Estado” demuestra como la política en su sentido original, es decir,  por ejemplo, desde lo que sobre ella opinaba Marco Tulio Cicerón, esto es, “el arte de hacer el bien común, con arreglo a los principios de la justicia y la razón” derivó a la concepción de lucha por el por el poder, al imponerse la Razón de Estado sobre la concepción inicial. Dice Viroli, luego de argumentar respecto del período y territorio escogido para su estudio, esto es la Italia entre los siglos XIII y XVII: “Para alegría de algunos y desesperación de otros, la política (parafraseando la famosa definición de Brunetto Latini) ya no era ese arte de gobernar las repúblicas con arreglo a los principios de justicia y la razón, sino mera razón de Estado, es decir, el arte del manejo de los  medios que permitían conservar el dominio ejercido sobre las gentes” De allí que insistamos en su “sentido actual”. Viroli, Maurizio, De la Política a la Razón de Estado. La adquisición y transformación del lenguaje político (1250-1600). AKAL. Madrid, 2009. Pág.36.


















martes, 11 de octubre de 2016

La naturaleza sistémica del conflicto político: un breve ejercicio interdisciplinario.


El conflicto es inmanente a la naturaleza humana. Confrontación de intereses; colisión de puntos de vista sobre una misma materia; diferencias perceptuales mutuamente excluyentes; aspiraciones de poder a contravía. Miles son las razones que suponen el conflicto entre humanos y desafortunada o afortunadamente, motor de la evolución, aún en sus peores momentos.

El Profesor Eduard Vinyamata Camps, catedrático de la Universidad Libre de Cataluña, dice del conflicto que se trata de “lucha, desacuerdo, incompatibilidad aparente, confrontación de intereses, percepciones o actitudes hostiles entre dos o más partes…” y agrega “…los conflictos se relacionan con la satisfacción de las necesidades…”[1]. Por su parte, Coser, en 1956, establece el conflicto como una lucha de valores y aspiraciones entre dos o más partes cuyo objetivo es (y así lo declara expresamente) “…neutralizar, herir o eliminar a sus rivales”

Deustch, quince años más tarde (1971), indica que el conflicto hace su aparición cuando las partes tienen “…actividades incompatibles…”, definiendo como acto incompatible todo aquel que hace menos probable la existencia o el resultado eficaz de otro equivalente, realizado en el mismo instante por una contraparte. Por su parte Thomas, cinco años después (1976), afirma que por conflicto entiende aquella situación en la que “…una persona percibe que otra ha frustrado o está a punto de frustrar…” el alcance de “…alguno de sus objetivos o intereses”. Y a menos de un lustro (1979), Cross, Names y Beck colocan al conflicto en el ámbito de las “…discrepancias…”  entre dos o más personas, mientras, en el tracto de seis años posteriores a esta última definición, Hocker y Wilmot (1985)  hacen referencia al conflicto como “…una lucha expresa entre dos o más personas…” que “…perciben que sus objetivos son incompatibles…” y del mismo modo “…reducidas sus compensaciones…” impidiéndole cada parte a la otra “…alcanzar sus objetivos…” .[2]

Como se desprende de las opiniones de los catedráticos antes citados, en diferentes momentos de la historia humana, así como en variados lugares, en el conflicto existen “partes interactuantes” que “relacionadas” al través de luchas, discrepancias, satisfacción excluyentes de intereses o alcance confrontacional de objetivos, son impelidas a la búsqueda del “fin común” de vencer, más concretamente, de “lograr la victoria de unos sobre otros”. Pero veamos que se define como “Sistema” al interior de la estructura conceptual de la Teoría General de los Sistemas.

Ludwig Von Bertalanffy, Premio Nobel de Química y creador de la Teoría General de los Sistemas afirma que un sistema es, precisamente, un “…conjunto de partes interactuantes, al interior de una totalidad auto-organizada, con una finalidad determinada y cuya descripción es solo posible a través de las relaciones que definen las partes y logran mantener aquella totalidad en cohesión dinámica”.[3]

Como podemos deducir de esta definición de Bertalanffy, el conflicto puede ser visto como un Sistema, es decir, es posible colegir que el Conflicto, cualquiera que sea su origen, intencionalidad o génesis temporal, exhibe una “naturaleza sistémica”.
Ahora bien, regresando a la conceptualización de los conflictos, dice A.J Groom, catedrático de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, que la lucha “… entre los que poseen y los que no poseen es eterna (…) los vencidos o los débiles, poseen un impulso instintivo o motivado por la escasez, a procurar dominar, lo que los llevará a autoafirmarse y a intentar conseguir el poder, en cuanto dispongan de la ocasión para ello.”[4] A partir de esta reflexión de Groom, es posible encontrarse de nuevo con aquella equivalente de Vinyamata, esto es, la que remite al conflicto en función de “…la satisfacción de necesidades…” añadiendo un nueva “necesidad imperiosa”: la necesidad de autoafirmarse y por ende “tratar de conseguir el poder”. Y es allí donde tiene lugar, desde nuestra perspectiva, el conflicto político.

Así, desde las perspectivas de Vinyamata y Groom, es posible (desde la nuestra) pergeñar una definición propia de  Conflicto Político como aquel que nace de la confrontación por las ideas políticas, sus contenidos, sus constructos orgánicos devenidos en ideologías y aquellos que, simultáneos o no, resulten de la lucha por el poder político.

De modo que al interior del Conflicto Político, visto ahora como un Sistema, es posible colegir que las partes interactuantes están relacionadas por una lucha por el poder político o por la confrontación de ideas de la misma naturaleza o, simultáneamente, por una confrontación (abierta o soterrada) para lograr la dominación a través del poder político una vez conseguido, ejercido a través de los instrumentos que como interpretación de la realidad, surjan de los constructos orgánicos de ideas, devenidos luego en ideologías formales.

La misma naturaleza diversa que tiene el conflicto en sí mismo, la tienen los conflictos políticos. Desde la confrontación por una posición de mando en un partido, pasando por la contumacia entre líderes sindicales o la confrontación por posiciones ideológicas respecto de relaciones humanas, propiedad de los medios de producción o interpretación de las clases sociales, los conflictos políticos se presentan en un amplio abanico de posibilidades. Pero ¿Qué ocurriría si una variada gama de conflictos políticos tuviesen un origen común y su génesis los hiciese acercarse de tal modo que todos estuviesen rotando al interior de una misma crisis de carácter político? Sin duda estaríamos en presencia ya no de un Conflicto como Sistema, sino de un Sistema de Conflictos Políticos.

Y es allí donde abordamos una segunda definición pergeñada por nosotros desde esta perspectiva interdisciplinaria, esta es, la definición de Sistema de Conflictos, a saber, un conjunto de conflictos de naturaleza política, interactuantes e intersectados (o que el devenir pudiese llegar a hacer intersectar), con estructuras comunes, relaciones interdefinidas y que generan su auto-organización con una finalidad común. Una crisis política nacional, en un país determinado, configura ciertamente un Sistema de Conflictos Políticos que al interior del Sistema Político, podría llegar a hacer acumular tal grado de perturbación, que bien podría llevarlo (al Sistema Político) al borde de su umbral máximo de inestabilidad. Pero es esta interesante temática la que trataremos más ampliamente en un próximo artículo. La interdisciplinariedad: una manera amplia de mirar la realidad compleja.




[1] Vinyamata Camp, Eduard;  Conflictología. Curso de resolución de conflictos. PAIDOS. Barcelona, 2005.Pág.287.

[2] Bosrissof, Deborah y Victor, David. Gestión de conflictos. Un enfoque de las técnicas de comunicación. DIAZ    SANTOS. Madrid, 1991. Pág. XV.

[3] Von Bertalanffy, Ludwig. Teoría General de los Sistemas. FCE. México, 1998. Pág.120.
[4] Vinyamata…Idem…Pág.150