Vivimos de (y en) la percepción, esto es, de aquello que “percibimos” por los sentidos, hacemos
propio y “filtramos” al través de
nuestras propias creencias o simplemente “experiencias
equivalentes”. Las percepciones están mediadas, además, por aquello que nos
impele a conjurar las disonancias cognitivas (Festinger, 1975), esa suerte de
búsqueda incesante del ser humano tras “la
consistencia interior” con aquello en lo que “cree, piensa, siente y valora”. Es, en buena medida, el
condicionamiento para mirar la realidad que nace de nuestra propia “pre-disposición”, aquello que el Doctor
Luis Castro Leiva[1]
identifica como las convenciones con las cuales aprendemos y aprehendemos la
realidad.
Desde la perspectiva expuesta en
el párrafo anterior, podríamos decir que las conclusiones que se derivan de la “percepción” devienen de la “pre-disposición” y permiten la conjura
de la “disonancia cognitiva”. En otra
dirección, podríamos argumentar que la “pre-disposición”
termina siendo, de algún modo, alimentada por nuestra “percepción acumulada”. Aparentemente a través de esta secuencia es
posible construir argumentaciones y creencias sobre creencias, confirmar
percepciones de percepciones y, en consecuencia, construir imaginarios.
Así por ejemplo, notamos que en
un individuo en particular podría radicar el rechazo hacia “los negros” porque de ellos deviene una “maldad ínsita”. Al ser interrogado sobre esa “creencia” es posible que refiera una experiencia propia, acaso
anclada en la infancia, donde un compañero con ese color de piel, lo mantuviese
bajo permanente amenaza y agresión. Más tarde, sujeto de robo y asalto,
resultasen ser la mayoría de los asaltantes “zambos
y mulatos”. Y finalmente, en una fecha reciente, una pariente que hubiese contraído
matrimonio con un caballero “de alta
concentración de melanina” en la piel, resultara sujeta a malos tratos y
agresión física reiterada. Ergo, nuestro sujeto de prueba, rechaza a la “negritud”. Un conjunto de malas
experiencias, lo han nutrido de “percepciones”
que, a su vez, han contribuido a la construcción de cierta “pre-disposición”.
En la medida que va ascendiendo
intelectual y culturalmente, este sujeto de prueba va adquiriendo conocimientos
técnicos, profesionales y científicos, que lejos de hacerlo comprender su error
de apreciación, nacido de y en su “pre-disposición”,
vayan nutriéndolo con nueva evidencia empírica tras “verificar por vía científica”, que no estaba tan errado; antes por
el contrario, la constatación mediante estudio de la extrema crueldad de los
Mau-Mau durante su rebelión en Uganda o las matanzas protagonizadas por negros,
zambos y mulatos contra blancos durante nuestra Guerra Federal venezolana,
aunadas a la vesania manifestada entre Jutus y Tutsies en el Africa reciente, “confirman” su creencia en una “violencia
ínsita en el negro”.
Y una vez convertido en
científico social, “armado” de una
estructura metodológica científicamente aceptada, es posible que, llevado por
su “pre-disposición”, se trabe en la
tarea de “probar” que “…en los individuos de ascendencia africana
y de raza negroide, la violencia, como solución de problemas de relacionamiento,
conflictos o mecanismo de socialización, es curso de acción probable”. En
dos platos: “de un negrito que lo cargaba
sometido en su infancia, pasando por un cuarterón intemperante pariente
político a unos malandros que le atracaran, con predominio de zambos y mulatos…” el sujeto transforma en
hipótesis, una vez hecho científico social, una
percepción convertida en convicción a lo largo de su proceso de socialización. La
fuerza de su “pre-disposición” se ha
trocado en destino interpretativo inexorable.
Cambiemos de escenario para
evitar el señalamiento de “racistas”
en los más extremosos. Existen deportes colectivos que asumen la “personalidad” de deporte-espectáculo. El fútbol, por ejemplo, es uno de ellos, acaso
el más importante del mundo. En los estadios es posible encontrar, con ocasión
de un cotejo futbolístico, un personaje que suele identificarse como “Manager de Tribuna”. Este personaje, de
profesión u oficio variado y posiblemente disímil a aquellos de sus “compañeros aficionados”, asume en y
durante el juego, la notable posición de “Director
Técnico” de su equipo, también del contrario y, en no pocas ocasiones,
hasta de “Árbitro”. Con distinción de
sus motivaciones, el “Manager de Tribuna”
dicta cátedra, “dirige” a su equipo y
señala “los crasos errores” de quien
ejerce esa función, de verdad, en ese recorte de la realidad.
El “Manager de Tribuna” ha adquirido su “pre-disposición” a lo largo de su proceso de socialización como
aficionado. Posiblemente en algún momento de su vida se haya desempeñado como
jugador, pero de común, aparentemente, los “managers”
en esa condición no lo han sido nunca. Cuando un Director Técnico en funciones,
realiza un movimiento durante el juego que lo lleva al fracaso, el “Manager de Tribuna” se molesta porque
el Director “…no siguió su
recomendación…”; si haciéndola, el Director no la ejecutara como la
indicase el “Manager de Tribuna”,
este último pudiese terminar, como mínimo, espetándole la más horrible de las
obscenidades. Lo que tratamos de ejemplificar aquí es la manera como las “percepciones y pre-disposiciones” son
capaces de “construir formas de
aproximación a la realidad” que no obedeciendo a maneras científicas de
observación, pudiesen llevar a interpretaciones erróneas y, más
tarde, de constancia errática, si se hacen continuadas en el tiempo. En la política cotidiana,
el deporte, la vida diaria y hasta en las ciencias, abundan los creadores
dogmáticos de percepciones y la interdisciplinariedad pudiese ayudar a la
construcción de interpretaciones “de
alguna manera comunes a distintas ciencias” que gracias a la configuración
de “lenguajes científicos compartidos” puedan
conjurar la existencia de “idiomas
amañados” por los inefables “Managers
de Tribuna”…
Sin embargo, el idioma interdisciplinario
tampoco escapa a la existencia de los personajes referidos en párrafos
anteriores. Acaso, en una versión más condenable, de la aparición de
taumaturgos, magos, gurúes o entendidos de alta gama, que mezclan peras con
manzanas, chocolate y anchoas en las más insólitas ensaladas que ayudan, con
una brillante prestidigitación de la palabra tanto hablada como escrita, a la
difusión de cultos raros, extraños enraces y peores engendros, propios del
realismo mágico que un día mencionase en sus novelas el escritor Gabriel García
Márquez.
La interdisciplinariedad que
proponemos es científica; se ancla en el uso de conceptos, métodos y teorías,
tanto de las Ciencias Básicas como de las Ciencias Sociales, capaces de
compartir relaciones isomorfas, que puedan probarse a partir de una
intersección conceptual no forzada, tengan aplicabilidad en la solución de
problemas de investigación al interior de recortes específicos de la realidad y
permitan la construcción de un lenguaje común mediante la formulación de
conceptos que terminen siendo admitidos por la comunidad científica como
definiciones de aceptación general. El próximo artículo, constituirá prueba
palmaria de nuestra intencionalidad.
[1]
En el artículo titulado “La República en
Pañales: Colombia a través de la mirada del Coronel William Duane” los
Profesores Carole Curiel y Fernando Falcón Veloz, hacen la siguiente cita a pie
de página y respecto de la “Pre-disposición”
como concepto del Doctor Luis Castro Leiva: “…las
“convenciones” culturales, históricas, profesionales, educacionales y
lingüísticas, para aprehender determinada realidad”. Ver Luis Castro Leiva,
“Retórica, Historia y Acción Lingüística:
intenciones y efectos en el arte de historiar discursos”, Investigaciones
Semióticas”, Centro Latinoamericano de Investigaciones Jurídicas y
Sociales, CELJIS, Facultad de Derecho, Universidad de Carabobo, Valencia,
Venezuela, 1985-1987; “Intenciones y
efectos de la acción lingüística” en Revista Video Forum: Ciencias y Artes de la Comunicación Audiovisual, nº 9,
segundo semestre, Caracas, 1995.”