miércoles, 26 de abril de 2017

LA GRAN FARSA. “Serios” escarceos sobre “jocosidades” entre “héroes” y “villanos”.

Decía el viejo tango “el mundo fue y será una porquería…”. Los seres humanos, en particular los políticos de oficio y la media internacional se “nutren” de una suerte de “valoración moral” que como bebida refrescante de cola o de esas archifrías que venden en Estados Unidos (que manchan la lengua como si se tratase de laca naval), suelen ser reputadas de “alimenticias” mediante mensajes comerciales de amplia difusión, aunque, luego de engullidas, en “advertencias” escritas en letras microscópicas en las respectivas etiquetas, rece que su consumo “pudiera resultar nocivo para la salud”. Una suerte de “gran farsa” en la que todo el orbe se ha enfrascado y donde convive el epítome de la sinverguenzura con la más impoluta de las acciones, en tal clase de complicado entrecruzamiento e intersección, que hacen lucir las creaciones gráficas de los mosaicos árabes, como dibujos propios de un escolar imberbe, apenas cursante de las primeras letras.

Sí, es cierto, “el mundo fue y será una porquería, en el 506 y en el 2000 también…” y aun cuando el tanguero de los años veinte, haya puesto al siglo XX como la muestra palmaria de esa “grandiosa porquería”, tampoco es menos cierto que el descaro del XXI, es una verdadera excresencia humana con todas sus características coprológicas. El expresidente Barak Obama fue sujeto del otorgamiento de un Nobel de la Paz, en medio de la promoción de la guerra en Afganistán. El Presidente Wladimir Wladimirovich Putin, en un enroque sucesivo, no ha soltado el poder político en su Rusia natal desde hace más de un decenio, aun habiéndose realizado “elecciones democráticas” en esos predios. Kim Jong-Il es un “criminal de guerra en potencia” porque intenta desesperadamente hacerse de su respectiva “bomba atómica” y, por su parte, israelíes, ingleses y franceses, ya acumulan un arsenal nuclear capaz de reducir a la tierra a un átomo, pero no una, sino mil veces. Los ingleses no quieren a la Unión Europea pero sí sus reales y ahora, porque de reales se trata, los bancos ingleses se quieren mudar a Berlín, porque el Brexit pinta los va a dejar más limpios que “talón de angelito”. Recep Tagyp Erdogan quiere ser el Tamerlán de este tiempo y “democráticamente” se hace elegir Sultán.

En Siria ya van en camino de superar un lustro de guerra civil, por cierto promovida por los Estados Unidos y sus “democráticos” aliados de la OTAN, mientras un sátrapa cósmico como Bashar Al Assad, continúa campante en el poder, gracias al apoyo “logístico y material” del “Zar democrático” Putin y no obstante los “ingentes esfuerzos de una comunidad internacional muy preocupada” cuyos diplomáticos de  trajes a lo Fifth Avenue, toman champaña y cenan con caviar “en una odiada” New York, condenada en discursos variopintos  “porque no comprende los sufrimientos de la población  de Alleppo”, y que, además, distraída por sus propias preocupaciones, tiene que lidiar cotidianamente con los apremios de seguridad que un Presidente itinerante les obliga a soportar, porque quiere mandar a su país desde su Golden Trump Tower, en lugar de hacerlo desde la “vetusta y tradicional” White House. Y hablando del “Rey de Roma”, precisamente el Presidente estadounidense, una extraña combinación de “T.V Star” con “empresario hotelero-constructor” y “gigoló vulgar”,  acaso una muestra palmaria de la “brillante nueva generación de líderes mundiales”, acusa a su par de Siria de ser un cruel asesino de niños, sin pruebas, sin investigación, sin la más mínima averiguación mediante y, en nombre de “la democracia y la libertad”, le arrequinta por su militar lomo de hereditario tiranuelo árabe, 87 cohetes de última generación, que cuestan más que cien hospitales, una veintena de escuelas y comida para más de un millón de personas, todo en menos de dos horas de ataque. “¡Qué bárbaro!”...diría nuestro tanguero centenario.

Y lo peor, todos estos personajes son “héroes y villanos” según el cristal con que se mire, posiblemente parte sustantiva de la naturaleza humana, pero que no deja de ser su sola observación un vomitivo eficaz, para mentes constipadas de tanta acumulación indigesta de “material impropio”. Pero nuestra región hispanoparlante de América y otro tanto en aquella de parla lusitana, hoy día también suele ser vitrina rutilante de “excrescencias diamantinas”.

Comenzando por el sonadísimo caso Odebretch, que ha convertido al empresario brasileño de la construcción civil, Marcelo Odebrecht, en una especie de “íncubo infernal” por el “condenable delito” de haber “repartido generosamente” sobornos a “diestra y siniestra” especialmente en el mundo político de nuestras naciones. Sorprendente resulta esta suerte de “linchamiento” que le hacen a Marcelinho, el hijo predilecto de un “pai trabalhador” y decimos que sorprende porque ¿Desde hace cuánto esta práctica es condenable en nuestro continente hispanoamericano?, región entendida, sin tapujos, desde el Río Grande hasta la Patagonia. ¿Cuánto hace que nuestros políticos consideran “delictuoso y condenable” recibir sobornos? ¿Desde cuándo existen en nuestros predios las “ayudas”, las “comisiones”, las “mordidas”, los “arreglos”, los “repartos”, “os carinhos”? Ahora resulta que Marcelo salió de algún infierno extraño, del que nunca debió salir y que ha ofendido con su “aliento corruptor y putrefacto” jamás “olido” en estas tierras, la “diáfana pulcritud de nuestras públicas prácticas administrativas”. ¿Pero es que acaso no son familiares los apellidos Matarazzo, Cisneros, Febres Cordero y Piñera, por mencionar apenas unos pocos, cuando se hace referencia al “pago por mampuesto” para beneficio de sus intereses pecuniarios y los de nuestra mesnada política latinoamericana?, si hasta el propio Macri (con práctica de familia además), hoy flamante Presidente de la República Argentina, de haber tenido más de una hermana, acaso “la picolla donna” hubiera sido bautizada seguramente con el gracioso nombre de “Coimaría” en homenaje a tan fructuosa práctica familiar y, a la vez, a la madre del Maestro Jesús, para ser consistentes con esta “novísima forma siglo-ventiúnica” de ver la realidad.

Daniel Ortega se hizo elegir Presidente, anulando a su oposición política, nombrando, de paso y por carambola, en una misma jugada, a su esposa Rosario, nada más y nada menos que Vicepresidenta de la República, todo en el más “ejemplar ejercicio democrático”. Michel Temer, “el honradísimo, grave y serio Presidente” que asumió “por la Patria y el Pueblo” del Brasil, el sagrado deber de sustituir a la Presidenta Dylma Roussef, en virtud de ser esta última sindicada de “timar el erario público”, parece que “pudería” irse embora” si acaso se le siguiese juicio por su presunta participación, junto a ocho ministros de su “pulcro gabinete”, en un sonado caso de corrupción que, junto a otro de fama mundial, no “Lava” el “Jato” un tanto sucio de muchos de ellos, demostrando que no hay peor “Cunha” que la del mismo palo . Y, al propio tiempo, parece ser que un “jogador do futebol” llamado “Petro Bras” los ha goleado a todos, demostrando la naturaleza “filibusteramente jogadora” que acaso les venga de sus “ancestros imperiais” que no futbolísticos.

Pero el trofeo del “entrecruza y laza, entrelaza y cruza” se lo llevan sin duda, “los venezolanos imbuidos de tropical cubanía” quienes bailan al son que les toque la gerontocracia antillana, quien, por añadidura, les sirve de guía “palera” e intelectual: los Revolucionarios Rojos. Cual si fueran navegando en un barco que cañonea; toca la banda marcial a estribor; la tripulación baila “tambores” en el puente; se celebra una misa sincrética entre cristiana y santera a babor, con un coro que canta a ritmo de nueva trova con joropo, van dando tumbos por un mar embravecido y tormentoso que ellos mismos buscaran transitar, mientras las máquinas hacen prácticamente pucheros y la nao hace aguas sin remedio. Guiados por un capitanazgo colegiado y mermado en sus cualidades cognitivas, exhiben como capitoste mayor a un hombre que es, de por sí, repositorio de profundas limitaciones y contradicciones desde su más tierna edad: el Presidente Maduro. Invoca la paz y arenga a sus huestes a la guerra; desestima la muerte de más veinte venezolanos y ensalza la muerte de dos, solo porque son sus correligionarios. Ofrece el diálogo a su contraparte, mientras los tilda de “terroristas”, “ridículos”, “hijos de su madre”, “miserables” y otras pitanzas discursivas de mayor calibre, impropias de mencionar en estos ejercicios escriturales de carácter intelectual, por jocosos que resulten a veces.

El Tribunal Supremo que sirve “supremamente” a sus intereses “revolucionarios”, al ser sus magistrados todos “rojos, rojitos”, dicta sentencias que anulan a la Asamblea Nacional, confieren al Presidente poderes especiales, en el marco de un “estado de excepción” que ya ha arribado, por su reiterada continuidad (por cierto tampoco ajustada a Derecho), a una “excepción que se ha hecho Estado”, contraviniendo la más elemental norma constitucional, mientras el mermado de su exdelincuente Presidente afirma que el derecho a la protesta, derecho convertido en “constitucional” por los mismos que hoy lo niegan, tiene el carácter de “relativo”, sentando cátedra en materia de Derecho Administrativo e incluso en la propia Filosofía del Derecho: resulta que los derechos, los derechos, los DERECHOS, tienen calidad de “relativos” o “absolutos”, de lo cual puede deducirse que el derecho a la vida, de acuerdo a “ciertos agravantes que concurran en su consideración” bien pudiese ser objeto de cierta cuantía de “relatividad” a la hora de “la estimación de los hechos y sus respectivas probanzas al momento de ser sujetas a juicio”.

La presidencia del Poder Moral Republicano (una creación del Poder Público que se remonta a las sugerencias que hiciese el Libertador Simón Bolívar a los legisladores, en su discurso ante el Congreso de Angostura, en 1817 y luego materializase en la Constitución Boliviana, allá en 1826), corresponde en turno al Defensor del Pueblo (aclaramos que en la Venezuela en la que vivimos al momento de escribir estas líneas), otra creación accesoria del Poder Moral. Su titular debe solicitar al Fiscal General de la Nación, se sirva conducir (a solicitud que el Poder Legislativo cursa por ante la presidencia del Poder Moral), las averiguaciones a las que haya lugar contra los Magistrados del alto tribunal, por la inconstitucionalidad de las sentencias emitidas por el alto tribunal, conforme lo establece el ordenamiento constitucional vigente. El Defensor se ofende, acusa a la Asamblea de actuar en su contra e ignora la solicitud. Al propio tiempo, ordena la investigación sobre la muerte de dos trabajadores vinculados al gobierno e ignora las de más de veinte ciudadanos, así como la suerte de los detenidos, porque según él “no es materia relevante por ahora”.

Los procesos electorales que se han solicitado y cuyos extremos legales se han cumplido, han sido ignorados, desestimados y, en última instancia, invalidados o preteridos, por la Presidencia del Poder Electoral, aun cuando la Constitución y las leyes de la República, los contemplan y obligan. Sin embargo, las autoridades electorales insisten en estar obrando conforme “la Constitución y las Leyes” y, sin ninguna causa legalmente justificable, no hacen pronunciamiento oficial alguno y tampoco se dignan informar, al menos informalmente, al país. No hay medicinas o si las hay, sus precios las convierten en inaccesibles. Escasean los alimentos y lo que se consiguen tiene precios que viajan, junto al Discovery, en sus circunnavegaciones espaciales. Sin embargo, para el Presidente Maduro y su “corte ministerial”, todo es producto de una “guerra económica, financiera y mundial” que el “imperialismo norteamericano” y sus aliados locales, cipayos, esclavos, negreros, miserables, mal nacidos, desgraciados, diletantes, cobardes y sucios (a quienes, dicho sea de paso, afirma categórico, extiende su mano con amor, amor del bueno en nombre de la paz y del diálogo conciliador), han desarrollado contra él, la Revolución Bonita y sus heroicos camaradas.

De manera que esta forma “acomodaticiamente informe” en la que vivimos hoy, no solo aquí, sino parece que en cuanto recóndito rincón de la tierra que nos aproximemos, sujeto claro a intenso bombardeo y difusión mediática, domina ampliamente nuestros escenarios posibles, escenarios pletóricos de “héroes y villanos”, quienes asumen, alternativamente y a “gusto del consumidor” ambas distinciones e incluso extrañas mixturas de ambas categorías. Y como aquella vieja canción de Joan Manuel Serrat, siempre será posible hallar una “escena emocionante” en la que“…el prohombre y el gusano, bailen y se den la mano, sin importarles la pinta…” porque todo es al fin una farsa, una absoluta, concluyente y definitiva “gran farsa…” acaso, podríamos decir, una suerte de “macabra fábula”. El problema radica en que no sabemos cuan doloroso resulte decir, no importa dónde, ni cuándo, ni cuantas bombas, ni cadáveres mediante: Acta…acta est fabula…





jueves, 20 de abril de 2017

TIEMPOS DE ESTULTICIA: Venezuela, Ecuador, Turquía y Corea del Norte…

La humanidad pareciese tener, de tiempo en tiempo, arrestos febriles ciegamente destructivos. Como quien escribe estas notas, tiene como lengua materna el “castellano” (originario de Castilla, Reino de España), hoy comúnmente conocido como “español”,menester ocurrir a los significados “castellanos” de los vocablos que utilizamos, especialmente aquel preeminente en este caso: “la estulticia”. Dice precisamente el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, en su edición ya tricentenaria (en estos tiempos cibernéticos que corren de inevitable naturaleza electrónica), que por “estulticia” se entiende la calidad de “necedad” y en calidad de portador de la “necedad”, se tiene al “necio”. Dícese del “necio”(vocablo cuya raíz latina es la voz “nescius”) que se trata de un“ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber”; en una segunda acepciónque se trata de un individuo “falto de inteligencia o de razón”; y, finalmente, un ser humano “terco y porfiado en lo que hace o dice”.

De manera que un “necio” bien podría tratarse de un individuo que siendo particularmente ignorante, no sabe lo que puede o debe saber (o lo ignora deliberadamente), quien además es falto de inteligencia o de razón, exhibiendo (manifiestamente añadiríamos) porfía o terquedad en lo que hace o dice. En política real o realpolitkla necedad es común, sobre todo por aquello de la existencia de líderes  “ignorantes haciendo lo que no saben, faltos de inteligencia, tercos y porfiados en sus discursos y acciones”.

Pero pareciesen haber tiempos en los que la estulticia se extiende a amplios espacios, tanto temporales como geográficos,siendo una variable perturbadora de singular importancia, capaz de empujar a los sistemas políticos hasta su umbral de inestabilidad, en virtud de una acumulación sustantiva de des-orden, esto es, de máxima entropía. Parece haber ocurrido en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial; otro tanto en la segunda gran conflagración de la misma natura. Ocurrió, por ejemplo, en Postdam, a las puertas de la Guerra Fría, sobre todo en aquel aspecto de la estulticia dónde se exhibe en mayor medida “la porfía o terquedad en hacer”. Hoy nos atrevemos a asegurar que vivimos en “tiempos de estulticia”. Son casos emblemáticos, por ejemplo, los de Venezuela y Ecuador en nuestra región hispanoparlante; Turquía y Corea del Norte, tanto en la encrucijada entre Europa y Asia, como en el lejano oriente. Revisemos someramente estos casos, aun a pesar del apretado espacio del que disponemos. Empecemos con el propio: Venezuela.

Gobernada por una claque cívico-militar colegiada, dotada de un discurso de naturaleza “hídrica” (con la liquidez de las aguas, al perderse entre las manos sus contenidos y tener a la vez múltiples cabezas “hablantes” como la hidra mitológica), se empeñan sus capitostes (especialmente la mayor cabeza visible) en imponer un modelo económico, político y social, basado en una ideología imprecisa, que alternativamente viaja del socialismo marxista más radical, al fascismo italiano primigenio. Luciendo a veces como“ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón” hacen gala de su “terquedad y porfía”, negándose a todo trance a “dialogar” verdadera y limpiamente con sus contrapartes, para tratar de encontrar, al menos, acuerdos básicos de convivencia.

Pero sus contrapartes, por aquello de la necedad, no lo son menos; abotagados por la estulticia que produce el cansancio, llevan tres lustros tratando de derrocarlos por cualquier vía. De discursos y procederes tan hídricos como los otros, escogen caminos alternativos que van desde la ultraizquierda guerrillera hasta la más ultramontana postura de derechas, convirtiéndose en verdadero“saco de gatos”. Abrumados y confundidos por sus propias apetencias, aspiraciones y pre-disposiciones, frecuentemente actúan como “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”, respondiendo con dicterios de cada vez mayor grosor a los dardos verbales incontinentes de sus enemigos (porque nunca-jamás se tratará de adversarios políticos), verdadera competencia de irrespeto continuo y deprimente sustancia. Como jugadores racionales, en el contexto de un juego suma-cero, ambas partes escogen entre el abanico de sus estrategias disponibles, aquellas concentradas en eliminarse mutuamente, sin importar nada las grandes mayorías.

Y así, inexorablemente, pareciesen ir conduciendo al país hacia una guerra civil, en primer lugar, aquellos quienes mandan, prevalidos de sus fuerzas militares superiores y, en violenta autodefensa, los otros, siempre amparados en un supuesto padrinazgo internacional, que más bien obedece realmente a intereses de carácter pecuniario por parte de quienes pretenden "ayudar". Mientras tanto, los servidores públicos son obligados bajo amenaza a “marchar” como borregos, para “demostrar su lealtad a la revolución”, mientras los otros“convocan sin convocar”, porque es la gente en general que movida por sus penurias, prefiere conducirse personalmente al cadalso de la represión, al resultar más honroso “morir luchando” que “morir inerme de mengua y hambre”. La pugna internacional entre egos políticos heridos, sumada a las mutuamente excluyentes concepciones liberal-democrática-capitalista y marxista-revolucionaria-socialista, sirven de  combustible en este cuento de nunca acabar que hunde sus raíces en nuestros fenotipos latinoamericanos, existentes desde el pasado remoto y, de cotidiano, “verbosos, supersticiosos y dramáticos”. Representa esta, sin albergar apremio alguno en tanto interrogante por responder:una muestra palmaria venezolana de la estulticia y sus tiempos.

Otro tanto ocurre más al sur, concretamente en Ecuador. Ese vicio nacional que nos persigue sin piedad, que consiste en querer“imponernos” formas únicas de mirar e interpretar la realidad, nos empuja al abismo del continuismo y confunde a quienes tienen el poder con la obsesión de los otros por apropiarse de las riquezas del Estado. Otra vez la lucha dicotómica “oligarquía-pueblo” reaparece en el discurso político, aderezado además por las mismas concepciones excluyentes que señalásemos condicionan a su hermana regionalVenezuela. Sin embargo, el empeño mundial por “legitimar”decisiones unilaterales, tanto de quien detenta el poder como de quien lo enfrenta, hace ocurrir a los sistemas políticos actuales al expediente de la “consulta popular”, sea formalmente electoral o refrendaria. Pero una vez hecha esa “consulta al pueblo” cuando el resultado es adverso, las partes se alzan no queriendo reconocerlo y, por ende y de fondo, no estando de acuerdo con el “reparto del botín” no solo de quienes lo tienen, sino de quienes abrigaban la esperanza de apropiárselo. Y calificaciones como “tiranías” o “dictaduras”, comienzan a aderezar los discursos políticos, evidenciado se trata de “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”. Y aun haciéndose reconteos, auditorías, evaluaciones, todos bajo “observación internacional”, se sigue en la tozudez de no reconocer los resultados o de imponerlos a “troche y moche”, en muestra gráfica de las más claras “terquedad y porfía”. Mientras, los pueblos observan y esperan, como en un juego de ping-pong, el próximo raquetazo y rebote de la pelota del poder. Estulticia y poder: marcan el compás  de su obtusa danza.

Pasando el charco, no es mucha la diferencia. Recep Tayip Erdogan, en un arresto turco que lo hace remontarse a los cañones de piedras destructivas de Suleyman, El Magnífico, o acaso, a las borracheras de poder incontrolables (junto a las alcohólicas) de Selim, pretende revivir el sultanato turco que prodigase como fructífero resultado el Imperio Otomano. Pero como el trillado “discurso político democrático” del mundo, no le permite ocurrir al raudo y afilado“alfanje”, echa mano, como ya dijésemos en líneas previas, del“acomodaticio instrumento” de estos tiempos: “la consulta popular”.Erdogan promueve una consulta refrendaria a su pueblo turco, para determinar si su gente quiere que él sea un nuevo sultán o no. Y la gente votó “Sí”. Pero cuando le “meten el aguzado y experimentado ojo civilizador europeo” resulta que Tayip I, ha cometido, en apariencia, un fraude electoral. O miente Tayip I o miente “occidente”que, dicho sea de paso, siempre “los ha obviado” al menos desde hace más de cincuenta años, según afirma el recién reelecto sultán. Y la gente se lanza a la calle; aquellos del “No” porque se sienten“engañados” y los del “Sí” porque pretenden engañarlos ¿Quién?... ¡Pues occidente, claro! La tozudez, la porfía, la ignorancia, en una voz:la estulticia, esta vez, turca.

Y finalmente cerramos con la República Popular de Corea del Norte y su impase eterno con el mundo occidental, especialmente contra su“hermana no deseada” Corea del Sur; “el eterno rechazado”, su vecino Japón, quien lleva la mácula de haber sido su amo esclavizante de un tiempo reciente; su “amiga incómoda” en el vecindario, China; y, finalmente, los Estados Unidos de Norteamérica, potencia beligerante con la que se liase en fieros combates allá en los años cincuenta, dejándola, potencia y todo, mal parada el abuelo del actual díscolo Primer Mandatario coreano, Mariscal Kim Il-Sung. La suma de la estulticia confluye en esta región del mundo, luego de haber ganado las elecciones en los Estados Unidos, acaso el mayor ignorante, terco, porfiado y necio de los “políticos recién vestidos”estadounidenses: Donald S. Trump.

Siendo el tercero de los Kim, el Jong (acaso por ser el más “Young”), el más necio, lo que supone, una singular“terquedad y porfía", obsesionado por la amenaza que sembrara su abuelo y ellos (tanto su padre como él) trasmitiesen ad nauseam a todo un pueblo durante años, consistente en que un día habrían de brillar en sus cielos las estelas de los cohetes que traerían a su amada madre Patria “la inexorable destrucción y muerte”, vive y hace vivir a sus compatriotas en permanente estado de guerra; preparados para la guerra; comiendo entre la guerra; soñando con la guerra; y defecando los pocos requiebros de postrimerías que les permitiese su exigua alimentación, también tiznados de guerra. Y Trump, con sus conductas erráticamente guerreristas, confirma la “profecía”  que el Jong ha estado aguardando se cumpla, aún mientras la mitad de él nadaba libremente en los testículos “guerreros” de su padre: “el imperialismo se apresta a atacarlos”. En una fantasía que unen por igual la estulticia de Trump, de Maduro y de Jong, el “Armagedón”viene: imperialismo o socialismo revolucionario marxista, el bien o el mal, el uno o el otro, mutuamente excluyentes, malucos, llenos de máculas, sin munificencia alguna o plétoras de paradisíacas y felices existencias, el uno gracias al Moloch del dinero, el otro virtud de la magia eterna prodigada en las ideas de Carl Marx, uno de los dos, de una vez y para siempre, desaparecerá en medio de una nube “luminosamente radiactiva”. La mayor de las estulticias: “destruir lo único que tenemos, porque una de las facciones en pugna lo quiere todo para sí exclusivamente”.

De manera que parece no quedar duda alguna: estos son los tiempos de la estulticia. Los tiempos donde los “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”además de “tercos y porfiados”, de espaldas a sus pueblos, creyéndose los dueños de la única verdad sobre la tierra o en sus patios de pertenencia, disponen del futuro de millones de seres humanos, como les viene en gana, prevalidos de sus armas, de sus naves, de sus misiles, de sus militares, la mayoría de ellos hundidos en la más vulgar corrupción y en los más abyectos vicios; lo hacen también protegidos por sus “policías secretas”, sus violentos allanamientos, sus detenciones nocturnales, todas sin fórmula de juicio; sus torturadores de oficio, socavones y ergástulas obscuras,“oficinas de trabajo” para ablandar conciencias, reducir dignidades y matar sueños de manera expedita. Son tiempos de obstinado obscurantismo, posiblemente los últimos que viva este planeta; y una vez más, sin apremio alguno de dudosos interrogantes, definitivamente: “TIEMPOS DE ESTULTICIA…”


jueves, 6 de abril de 2017

LA MALDICIÓN GITANA: “Cinco, pentágono y pentagrama…”

El 5 es un número primo. Entonces, por definición, es solo divisible por la unidad y por él mismo. Un número sumamente interesante que contiene en sí mismo la habilidad de tener en el número 3, lo que podríamos definir como su “equilibrio perfecto”.  Y cinco son los protagonistas de un constructo propio de análisis de nuestra impronta política y que hemos referido en estos artículos ad nauseam: La Célula Pentagonal de Poder. “Organismo generatriz” de nuestras estructuras institucionales de poder político, se forma en torno al líder carismático que surge en la trascendencia de un sistema político (producida por la máxima influencia perturbadora de un sistema de conflictos), con 5 protagonistas esenciales que lo rodean cual “microorganismos constitutivos”: el romántico, el ideólogo, el político de oficio, el soldado y el negociante o mercader.

Y cómo un pentagrama de una partitura musical, se escriben allí los acordes melódicos de nuestros  5 vicios nacionales que, según la evidencia empírica parece mostrar, nos obligan a entonar nuestros propios apremios tras la lucha por el poder y de manera cuasi cíclica, cada vez que un sistema político trasciende su umbral de inestabilidad. El condicionamiento de nuestra vida institucional a la presencia de un líder carismático; el proceso de oligarquización que se experimenta tras la colonización de los sistemas políticos por parte de las retículas oligárquicas, que nacen como multiplicación de la célula pentagonal de poder; el peculado cohechador que inducen las relaciones y complicidades entre partes interactuantes en esas retículas; el continuismo que se deriva de la necesidad vital de mantener tanto a retículas como célula pentagonal, en funcionamiento orgánico; y, finalmente, el golpe de Estado como pulmón respiratorio fundamental para mantener oxigenado o por el contrario asfixiar lo existente, configuran esta suerte de “MALDICIÓN GITANA” que parece habernos caído desde que nuestras banderas de países independientes comenzaran a ondear sobre estas tierras. Cinco, pentágono y pentagrama, conjuros de una maldición gitana.

Emprendamos la tarea de desarrollar más ampliamente los vicios nacionales, así como la aventurada decisión de conceptuar su presencia como “maldición gitana”.  Persuadidos de la extravagancia de la categoría, toda vez que de científica acaso no tenga nada, nos apropiamos de su consideración empírica, prevalidos de nuestros orígenes hispánicos como sociedades. Decían las ancianas en un tiempo infantil ya ido, muchas de las cuales habían nacido en las postrimerías del Siglo XIX, que debíamos “cuidarnos” de caer en los dominios de una “maldición gitana”, casi siempre proferida por una dama de aquella etnia, dedicada a la brujería o a la más inocente función de la “lectura de manos”. Y había que cuidarse de aquellos “maleficios” porque eran imperecederos en el tiempo, imponían castigos inexorables y nos perseguían más allá del sepulcro. Esas características son las que nos han permitido la “diversión” de adoptar esa nombradía. Nuestros vicios nacionales lucen sempiternos; pareciese que estamos irremediablemente destinados a vivirlos una y otra vez, habiendo sido sentenciados a sufrir su castigo inexorable en un “por los siglos de los siglos”, que culmina en un “amén” de culpabilidad reconocida, pletórico de arrepentimiento y autocompasión, tal cual pudiese hacerlo el alcohólico “en regeneración” ante la presencia acusadora de la copa de licor apresuradamente vaciada.

El primero de aquellos vicios propios y que pudiésemos ubicar como el “vicio originario” es el que hemos definido como “el condicionamiento de nuestra vida institucional a la presencia de un líder carismático”. Desde Simón Bolívar, José de San Martín, Gervasio Artigas, Julio Argentino Roca, José Hilario López, Francisco de Paula Santander, Francisco Morazán, Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende y párese de contar, hemos estado al pendiente de la aparición de un “mesías” que asuma nuestras responsabilidades como pueblos. A grupa del “corcel cuando sale la luna”, una suerte de héroe legendario que nos ofrece “villas y castillos” y que, efectivamente, en sus ejecutorias para lograr el poder político, muestra una voluntad indeclinable, valor a toda prueba y resolución sin tacha, llega con fuerza carismática para ofrecernos “la certeza de un futuro mejor”. Finalmente, luego de un esfuerzo titánico, mucha o poca reyerta sanguinolenta, plomo, sable y cañón o acaso voto mediante, el líder carismático se convierte en “el sol” de su sistema político planetario y luce que su  sola palabra “bastará para sanarnos”. Es entonces cuando comienza a formar sus centros de poder con acólitos y seguidores; surge entonces el romántico, quien lo sigue a todo evento; el ideólogo, quien convierte a hasta su más simple reflexión en doctrina y se hace “pontífice de su religión particular” devenida en ideología con el discurrir del siglo XX. Y cierran los 5 personajes, quienes terminarán representando el poder factual, a saber, el político de oficio, quien le servirá de operador del poder en los predios de los partidos; el soldado, quien lo cuidará y protegerá a cambio de una cuota de poder, reparto oportuno del botín y otorgamiento “meritorio” de prebendas; y, finalmente, el negociante o mercader, quien los hará, con sus “complicidades y contactos”, “coimas de alto nivel” o “comisiones adecuadas”, ricos a todos, por aquello de la obligante necesidad de pasar “una vejez tranquila”.

Así las cosas, la existencia del primer vicio origina la aparición del segundo, esto es, “el proceso de oligarquización que se experimenta tras la colonización de los sistemas políticos por las retículas oligárquicas que nacen como multiplicación de la célula pentagonal de poder”. En un mecanismo del cual el poder político es pródigo, cada microrganismo en el entorno de la célula generatriz, trata de emular al líder carismático y cada quien va creando su propia célula pentagonal; los microrganismos de las otras células, emulan a aquella que les dió vida y de este modo se van formando retículas que, en función de las relaciones y complicidades promovidas por los negociantes y los mercaderes, se van trocando en verdaderas “retículas celulares” que a fuer de acumulación de riquezas, se van constituyendo en verdaderas “retículas celulares oligárquicas” que terminan colonizando totalmente al sistema político, apareciendo en consecuencia el tercer vicio: “el peculado cohechador que inducen las relaciones y complicidades entre partes interactuantes en esas retículas”. El peculado, sea de uso o producto de la administración fraudulenta de fondos públicos, se instala al interior de esas retículas, trocándose en verdaderas “retículas cancerígenas del sistema político”, creando todo un subsistema de negociados, tráfico de influencias, coimas, mordidas, sobornos y prácticas oscuras, que van generando a su vez un entramado de complicidades que arrastran todo y a todos. En la medida en que líder, célula generatriz y retículas oligárquicas absorben poder, entronizándose por consecuencia sobre el sistema político y, por ende, sobre la nación (siempre claro bajo la “protección fiel” del soldado, quien, como ya dijimos, termina haciendo parte de las retículas oligárquicas), van consolidando esa forma de existencia, llegando al descaro de presentarlo a la población de manera absolutamente evidente, sin importar la opinión de la gente que los eligió (si de elección se tratase).

Como consecuencia de la acumulación creciente de perturbación, cada vez un mayor número de descontentos, o bien porque quedaran por fuera de las “retículas”, fueran extrañados de aquellas, o nunca les dieran el “chance” para el tan deseado y esperado medro, además de los ciudadanos comunes hartos de tanta sinvergüenzura, comienzan a soplar “vientos de cambio” y es entonces donde sobreviene nuestro cuarto vicio nacional, a saber, “el continuismo que se deriva de la necesidad vital de mantener tanto retículas como célula pentagonal en funcionamiento orgánico”. El afán por “continuar” atornillado al poder; la necesidad prácticamente vital de proseguir en el negociado de lo público y de la riqueza que de él se deriva; la urgente imposición de un “haber quemado las naves” que se hubo de traducir en un constante abuso tanto hacia el adversario político como hacia el posible rival en el usufructo de los beneficios del peculado (lo que coloca a los “microrganismos reticulares” ante la posibilidad de quedar sin hábitat posible, si acaso aquellas “retículas oligárquicas” llegaran a desaparecer), impulsa la necesidad impostergable de amarrarse al continuismo, mismo que se traduce en amañar elecciones, sobornar funcionarios electorales, trampear sistemas electrónicos o cohechar a diestra siniestra mediante la compra de votos en el mejor de los casos y en el peor, arreciando la represión, al través del crimen, la desaparición y la apertura apresurada de más ergástulas, destinadas a encarcelar o amenazar con prisión a la voz disidente. Si estos caminos se viesen imposibilitados para dar vida al “continuismo indispensable”, sobrevendría entonces nuestro último vicio nacional, aquel que tiene visos de albur, esto es, “el golpe de Estado como pulmón respiratorio fundamental para mantener oxigenado al sistema político reticular oligárquico y su célula pentagonal generatriz”. El soldado protegiendo sus intereses, actúa en consecuencia y defiende el hábitat que le permite “clavar sus estandartes y aposentar el vivac”. Pero podrían ocurrir sorpresas y aquel golpe de Estado pensado en principio para “oxigenar” lo existente y su modus vivendi, podría terminar por asfixiarlo, al ser acaudillado por un nuevo líder carismático de sable y uniforme quien vendría “por sus fueros”  o por quienes hartos de no hacer parte del festín, culminaran por aprovecharse de las debilidades del sistema político y procedieran raudamente a darle “un empujón postrero”, a los fines de promover su caída, amparados en la invulnerabilidad que acaso les proporcionara la fortaleza de “otra soldadesca patrocinadora”.

Y en una suerte de “corsi e recorsi” inspirado en los apremios interpretativos de Gianbatista Vico, el metabolismo inexorable signado por la gitana maldición, nos persigue sin tregua. Desde el establecimiento per secula seculorum de oligarquías rapaces nacidas en una supuesta “lucha por la libertad” hasta “gamonales cultos” venidos en la ola arrolladora de los llamados “cambios revolucionarios”.

Acaso sirvan de ejemplo la existencia de una sempiterna oligarquía colombiana, que viera la luz en una lejana medianía del siglo XIX y que ha condenado a la inmensa población de ese país a una pobreza sin salvación, llena de penurias económicas y sociales, que culminaran impulsándola a la guerra y más tarde al narcotráfico; la insistencia de “revolucionarios peronistas” argentinos en atornillarse al poder, para luego, por desgracia y escape electoral de la población, volver a caer en las manos de una suerte de “itálica sociedad rural”  a la cabeza de un predador comercial vestido de político; la manía de los paraguayos del Partido Colorado decimonónico en mantener un status cuo,  que deslizándose de manos militares  hacia los presidentes “electos”, pretendiese un día cambiar radicalmente de signo con un ex –prelado de cabeza y bragueta caliente , quien además de las sotanas, pareciese haber terminado colgando de una idea política imprecisa; la “tromba revolucionaria” que un día lejano, allá al filo postrimero de los años 50, descendiese de las sierras cubanas y sobreviniese de la manigua independentista, para acabar con una dictadura “corrupta y sangrienta” y  llevar “la libertad” al pueblo antillano, solo para convertirse  con el tiempo en la propia sinecura, también sangrienta, acaso una versión “revolucionaria” de lo mismo que juraron acabar.


La nepótica presencia presidencial nicaragüense nacida también de revolucionaria mesnada, que jurase sobre los caídos en Masaya no dar un paso atrás en sus ideales revolucionarios, convertida ahora en suerte de “continuidad administrativa” merced de la liquidación electoral de su oposición política; la obsesión reeleccionista de la Revolución Indigenista Boliviana y su par Ciudadana en Ecuador; las maniobras fraudulentas de un PRI mejicano que nace para mantener en el poder no un ideal, sino a un grupo de gamonales hediondo a sotol, pólvora y corrupción, manteniendo sobre el pueblo más engañado del mundo, una suerte de “esclavitud miserable”. Y, finalmente, ese adefesio venezolano mal bautizado “Revolución Bolivariana”, que ni es “revolución” y menos “bolivariana”, y donde se han reproducido, más aviesamente, los 5 vicios nacionales latinoamericanos, acaso con mayor posibilidad actual de  comprobación empírica. En fin, un muestrario de vicios que se repiten una y otra vez, gravitando sobre nuestras vidas ciertamente como eso, precisamente como eso: ¡COMO UNA MALDICIÓN GITANA, PROFERIDA POR LA MÁS CRUEL DE LAS MARUJAS…!

martes, 4 de abril de 2017

Exigencias “liberales” y apremios “republicanos”.

Desde que en las Cortes de Cádiz, a inicios del siglo XIX y por exigencia instrumental del discurso político, surgiese la voz “liberal”, mucha agua se ha arrimado a su molino, convirtiendo al Liberalismo en corriente de pensamiento filosófico político que ha desatado encendidos debates de significación sustantiva. Despojado de su identidad estrictamente política (porque han de saber quiénes tengan la gentileza en leernos, que el Liberalismo es “estrictamente político” que no económico), ha servido a cuanta identidad se le ha propuesto o encasquetado, al convertirlo más en vocablo común por el uso libérrimo, que en concepto formal en Filosofía Política y, aún más, como aplicación posible en la problemática que plantea de cotidiano la Teoría Política.

Pero el caso que nos ocupa en este artículo son las actuales “exigencias” liberales respecto de nuestros verdaderos “apremios”  hispanoamericanos que, según nuestro particular modo de ver, son en realidad de naturaleza “republicana”. Y alguien, en el sumun de la exigencia discursiva, a más de ausente a la vez del conocimiento que fructifica en la exploración de la Filosofía Política, así como en los temas de aplicación de la Teoría Política, podría verse impelido a increparnos airada y resueltamente sobre tal proposición. Vayamos pues al cruce de espadas argumentativas a ver quien recibe el primer “touché”.

Al Liberalismo, político en su natura reiteramos, le preocupa esencialmente el tema de la libertad. Sea esta asignatura de naturaleza individual o comunitaria, de donde devienen entonces el Liberalismo Libertario y su contraparte, el Liberalismo Comunitario, se han dado a la tarea actual en Hispanoamérica (una vez más)  de “vender” al Liberalismo como la “filosofía de la libertad plena”, concentrándose en su versión tocada de sombrero economicista que un día (malhadado por cierto) le arrequintaran sin piedad y desde su especializado reducto en las ciencias sociales, Von Hayek, Friedman y Fukuyama. Con sorprendente parecido estructural a la estadounidense “República de la Sociedad Comercial”, este “liberalismo económico” pretende asumir características omnicomprensivas de la realidad. Y, en tal sentido, se confunden sus exigencias sobre “libertad financiera”, “libertad económica” y “libertad comercial” como verdaderas y únicas “exigencias liberales”, condiciones además definidas como imprescindibles para salir de nuestra obsesiva pesadilla respecto del “desarrollo” y en los que ya llevamos dos centurias por estos predios hispanoparlantes.

El ejercicio de la libertad en nuestra región hispanoamericana y desde nuestro muy particular punto de vista científico político (más allá de que se trate de la “positiva” o la “negativa” de Isaiah Berlin), implica la satisfacción de ciertos aspectos instrumentales de “forma” antes que tocar “fondo”.  Y ante las acuciantes preguntas ¿Puede la libertad ser sometida a condiciones de “forma”? ¿Tales condicionantes, sin ser plena y ampliamente definidos, no podrían más bien transformarse en “mordazas”? Responderemos desde este lado de la “pedana” con un movimiento ligeramente sinuoso y en alguna medida confuso: Sí y no… ¿Cómo?...Preparémonos para argumentar respecto del “Sí”, que constituye la columna vertebral de este corto artículo.

“El ejercicio de la libertad plena nos llevaría al estado de naturaleza de Hobbes”; la proposición anterior es una máxima en la que se encuentran Filosofía y Teoría Políticas, vale decir, pensamiento y acción en política real. Esa máxima supone en consecuencia la renuncia de parte de la libertad individual en función de cierta “libertad colectiva” que debería conducirnos a la convivencia, condición sine cua non de la gregaria supervivencia humana. El ejercicio de esa “libertad colectiva” no está garantizada por el simple ejercicio moderado de las conciencias individuales respecto del ejercicio de la “libertad individual”, tal y como si se tratase de una sumatoria simple de guarismos, para lograr un valor mayor. No; tienen que existir “reglas” y quienes “administren” la aplicación de esas “reglas”. De allí devienen la existencia de las “leyes” y las “instituciones” concebidas para su aplicación y observancia de su cumplimiento. Las “leyes” las decide un soberano o una asamblea que representa la “soberanía del colectivo”, mediante el ejercicio sistemático y permanente del “parlamento”. Del cumplimiento de esas leyes depende, en consecuencia, “el bien común”. De manera que como conclusión de nuestro razonamiento, “el ejercicio de la libertad colectiva, es solo posible bajo el imperio de la ley, teniendo como meta el bien común” y esta proposición es, fundamentalmente, la esencia del Republicanismo. La tragedia de nuestras naciones es precisamente esa: carecer de leyes que apunten al bienestar colectivo, bajo la administración, supervisión y control de instituciones permanentes, estables y duraderas. De ahí que las “exigencias liberales” son solo posibles en el contexto de un tejido institucional que represente al común, en un marco legal decidido ampliamente por las mayorías y en función del bien común.

En tal sentido, antes que “exigencias liberales”, se imponen “apremios republicanos”. Tener Repúblicas primero; construirlas con preeminencia de todo, bajo el imperio de la ley común y con el derrotero señero del respeto a  instituciones parlamentarias, que construyan, con independencia de intereses individuales, grupales o partidistas, la estructura legal de una nación; instituciones ejecutivas que se encarguen de cumplir y hacer cumplir las leyes, sin el interés de poder de por medio y el rastrero servicio a intenciones ocultas; y sus contrapartes institucionales judiciales, que velen por la correcta administración de justicia, más allá de amagos intencionados o representación de intereses oscuros. “Apremio Republicano” debería ser nuestra máxima. Dejemos la “exigencia liberal” para tiempos mejores. Necesaria es la República no el negocio…