Yusnaby Pérez es un conocido
disidente cubano que publica sus trabajos, videos y entrevistas por las redes
sociales. Hoy de madrugada, acaso la hora más conveniente para “mirar y leer” noticias en las redes
sociales, tuve la oportunidad de observar un programa de TV con ocasión de la
muerte de Fidel Castro, que colgase Yusnaby en algún momento, se originase en
España y dónde se confrontasen dos jóvenes personajes: uno crecido y producto
de la “Revolución” y otro (más bien
otra) nacida de la exacción y el extrañamiento de esa misma “Revolución”. Allí me surgió la
necesidad de explicarme, como observador externo que vive los “prolegómenos” de un proceso similar, la
existencia de dos “cubanías”
concebidas como “Conjuntos” al
interior de la “Teoría de Conjuntos”
en la Matemática.
Comencemos por definir un “Conjunto” desde los extremos más simples
(según nuestra perspectiva), esto es, aquellos que plantea el distinguido matemático
europeo George Cantor en su aproximación (definida como Teoría Cantoriana de Conjuntos) la primera, realmente, acerca de esa
noción. Dice Cantor que un “Conjunto”
es una colección de objetos, con características comunes y sobre la cual no existe
duda probable acerca de su conmensurabilidad. Para los conjuntos infinitos (los
conjuntos de números por ejemplo) Cantor tiene otras previsiones, irrelevantes,
por ahora, para nuestro ejercicio. Hagamos una extensión conceptual: si podemos
definir como conjunto conmensurable (desde Cantor) a una “colección de objetos con características comunes”, por inducción
analógica (si se me permite la construcción de esta locución en alguna medida
redundante), podríamos definir entonces a una “colección de sujetos humanos con características comunes” como un “conjunto conmensurable”.
En la Teoría Cantoriana de Conjuntos existen tres axiomas básicos: el axioma de contención, el axioma de unión
y el axioma de intersección. El primero de ellos, a grandes rasgos y
desistiendo del uso formal de la notación matemática creada por Cantor para
estos fines, con el objeto de hacer más asequible la explicación, establece que todo conjunto se contiene así mismo y puede
contener otros conjuntos. Así por ejemplo, el grupo de metales de una
orquesta se contiene así mismo y además es contenido por el conjunto orquesta,
por definición, el conjunto más grande que lo contiene. El grupo de metales y
de cuerdas, pueden unirse y formar un conjunto más grande (subconjunto) de
músicos en esa orquesta, de manera que todos los subconjuntos de la orquesta
unidos, hacen la orquesta. Este es el segundo axioma de Cantor: dos conjuntos unidos pueden formar un tercer
conjunto que los contiene a los dos. El tercer axioma se refiere a la
intersección. Supongamos que dos hermanos tocan en la orquesta, uno es
ejecutante del violín y otro de la trompeta. Si intentamos intersectar los
subconjuntos metales y cuerdas por los instrumentos, no habrá nada en común,
pero si los intersectamos por el parentesco de los ejecutantes, ambos
subconjuntos, cuerdas y metales, tendrán estos dos elementos comunes y los dos
hermanos constituirán un tercer conjunto, es decir, el conjunto de los elementos comunes a los subconjuntos de metales y
cuerdas en la misma orquesta. Si esta intersección no fuese posible de
ningún modo, Cantor la define como la “intersección
vacía”, por definición otra vez, el
conjunto cuyo único elemento es la nada.
Luego de la Revolución y por lo
que parece haber sido una estrategia evidente de Fidel Castro y sus seguidores,
existen dos “Cubanías” conmensurables
y con características comunes: una interna aparentemente “comunista o socialista, revolucionaria, discursivamente grandilocuente,
agradecida y feliz”; y otra “anticomunista,
contrarevolucionaria, discursivamente discreta, anglo-antillana y
ambiciosamente materialista”. Esas serían las “características comunes” que unos y otros se endilgarían. Acaso la
segunda “Cubanía” diría de la primera
que se trata de una postura artificial que el castrismo les obliga a asumir
públicamente para sobrevivir y los primeros dirían de los segundos que “el imperialismo” les ha obligado a
odiarlos como cobro de su permanencia en sus predios, dentro de su estrategia
de “rendir a la Cubanía original”.
Lo interesante es que en
ambas “Cubanías” hay sujetos que
configuran “víctimas reales” de la
creación original de ambas “Cubanías”,
así como también hay “afortunados
prebendarios” en ambos conjuntos. Por otra parte, ambas “Cubanías” como conjuntos, han sido
obligadas, por los conjuntos más grandes que los contienen, a entrar en una
suerte de juego de “perdón” a la que
ninguna de las dos como colectivos humanos, están moralmente obligadas a otorgarse. Liborio Peter Pan no le debe nada a Liborio Pionerito; y Liborio Pionerito no tiene que exigirle
explicaciones a Liborio Peter Pan.
Ambos fueron víctimas de un plan preconcebido producto de ideologías extremas y
totalitarias (tanto el imperialismo capitalista norteamericano como el marxismo
tropical castrista) cuyo interés fue, es y será la imposición de una
interpretación única de la realidad. La verdadera intersección vacía existe
entre ambas ideologías totalitarias, no entre las dos “Cubanías”. Y vamos a
probarlo de inmediato.
El “punto cubano”, “el son” y “el bolero”; “los moros y cristianos”; “la
ropa vieja”; y “el sanduche cubano”; “los villancicos decemebrinos”; “el
tongoneo” y “el Ñó”…son elementos comunes a ambos conjuntos, esto es, la “Cubanía Revolucionaria” y la “Cubanía
Capitalista Mayamera”. Es posible que esa tarea propia de los
totalitarismos que conciben la realidad desde la concepción de “amigo o enemigo” haya tenido éxito en
la lejana península de Corea, la Alemania Nazi o el Viet-Nam de los años
sesenta. Pero no lo ha logrado, ni lo logrará en nuestras tierras de manera
permanente: el alma nos une al través de un pasado común que es más fuerte que
las intencionalidades de poder. Y más pronto que tarde, la “Cubanía Mayamera” se encontrará en su lar común con la “Cubanía Revolucionaria” y ambas se
comerán, al fin, “su lechón decembrino en
Cuba” porque, inexorablemente, como tenía que ser algún día, Fidel ha
muerto.
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