sábado, 3 de diciembre de 2016

Teoría de Conjuntos, “Las Cubanías” y su intersección: ¿Acaso vacía?...

Yusnaby Pérez es un conocido disidente cubano que publica sus trabajos, videos y entrevistas por las redes sociales. Hoy de madrugada, acaso la hora más conveniente para “mirar y leer” noticias en las redes sociales, tuve la oportunidad de observar un programa de TV con ocasión de la muerte de Fidel Castro, que colgase Yusnaby en algún momento, se originase en España y dónde se confrontasen dos jóvenes personajes: uno crecido y producto de la “Revolución” y otro (más bien otra) nacida de la exacción y el extrañamiento de esa misma “Revolución”. Allí me surgió la necesidad de explicarme, como observador externo que vive los “prolegómenos” de un proceso similar, la existencia de dos “cubanías” concebidas como “Conjuntos” al interior de la “Teoría de Conjuntos” en la Matemática.

Comencemos por definir un “Conjunto” desde los extremos más simples (según nuestra perspectiva), esto es,  aquellos que plantea el distinguido matemático europeo George Cantor en su aproximación (definida como Teoría Cantoriana de Conjuntos) la primera, realmente, acerca de esa noción. Dice Cantor que un “Conjunto” es una colección de objetos, con características comunes y sobre la cual no existe duda probable acerca de su conmensurabilidad. Para los conjuntos infinitos (los conjuntos de números por ejemplo) Cantor tiene otras previsiones, irrelevantes, por ahora, para nuestro ejercicio. Hagamos una extensión conceptual: si podemos definir como conjunto conmensurable (desde Cantor) a una “colección de objetos con características comunes”, por inducción analógica (si se me permite la construcción de esta locución en alguna medida redundante), podríamos definir entonces a una “colección de sujetos humanos con características comunes” como un “conjunto conmensurable”.

En la Teoría Cantoriana de Conjuntos existen tres axiomas básicos: el axioma de contención, el axioma de unión y el axioma de intersección. El primero de ellos, a grandes rasgos y desistiendo del uso formal de la notación matemática creada por Cantor para estos fines, con el objeto de hacer más asequible la explicación, establece que todo conjunto se contiene así mismo y puede contener otros conjuntos. Así por ejemplo, el grupo de metales de una orquesta se contiene así mismo y además es contenido por el conjunto orquesta, por definición, el conjunto más grande que lo contiene. El grupo de metales y de cuerdas, pueden unirse y formar un conjunto más grande (subconjunto) de músicos en esa orquesta, de manera que todos los subconjuntos de la orquesta unidos, hacen la orquesta. Este es el segundo axioma de Cantor: dos conjuntos unidos pueden formar un tercer conjunto que los contiene a los dos. El tercer axioma se refiere a la intersección. Supongamos que dos hermanos tocan en la orquesta, uno es ejecutante del violín y otro de la trompeta. Si intentamos intersectar los subconjuntos metales y cuerdas por los instrumentos, no habrá nada en común, pero si los intersectamos por el parentesco de los ejecutantes, ambos subconjuntos, cuerdas y metales, tendrán estos dos elementos comunes y los dos hermanos constituirán un tercer conjunto, es decir, el conjunto de los elementos comunes a los subconjuntos de metales y cuerdas en la misma orquesta. Si esta intersección no fuese posible de ningún modo, Cantor la define como la “intersección vacía”, por definición otra vez, el conjunto cuyo único elemento es la nada.

Luego de la Revolución y por lo que parece haber sido una estrategia evidente de Fidel Castro y sus seguidores, existen dos “Cubanías” conmensurables y con características comunes: una  interna aparentemente “comunista o socialista, revolucionaria, discursivamente grandilocuente, agradecida y feliz”; y otra “anticomunista, contrarevolucionaria, discursivamente discreta, anglo-antillana y ambiciosamente materialista”. Esas serían las “características comunes” que unos y otros se endilgarían. Acaso la segunda “Cubanía” diría de la primera que se trata de una postura artificial que el castrismo les obliga a asumir públicamente para sobrevivir y los primeros dirían de los segundos que “el imperialismo” les ha obligado a odiarlos como cobro de su permanencia en sus predios, dentro de su estrategia de “rendir a la Cubanía original”.

Lo interesante es que en ambas “Cubanías” hay sujetos que configuran “víctimas reales” de la creación original de ambas “Cubanías”, así como también hay “afortunados prebendarios” en ambos conjuntos. Por otra parte, ambas “Cubanías” como conjuntos, han sido obligadas, por los conjuntos más grandes que los contienen, a entrar en una suerte de juego de “perdón” a la que ninguna de las dos como colectivos humanos, están moralmente obligadas a otorgarse. Liborio Peter Pan no le debe nada a Liborio Pionerito; y Liborio Pionerito no tiene que exigirle explicaciones a Liborio Peter Pan. Ambos fueron víctimas de un plan preconcebido producto de ideologías extremas y totalitarias (tanto el imperialismo capitalista norteamericano como el marxismo tropical castrista) cuyo interés fue, es y será la imposición de una interpretación única de la realidad. La verdadera intersección vacía existe entre ambas ideologías totalitarias, no entre las dos “Cubanías”.  Y vamos a probarlo de inmediato.

El “punto cubano”, “el son” y “el bolero”; “los moros y cristianos”; “la ropa vieja”; y “el sanduche cubano”; “los villancicos decemebrinos”; “el tongoneo” y “el Ñó”…son elementos comunes a ambos conjuntos, esto es, la “Cubanía Revolucionaria” y la “Cubanía Capitalista Mayamera”. Es posible que esa tarea propia de los totalitarismos que conciben la realidad desde la concepción de “amigo o enemigo” haya tenido éxito en la lejana península de Corea, la Alemania Nazi o el Viet-Nam de los años sesenta. Pero no lo ha logrado, ni lo logrará en nuestras tierras de manera permanente: el alma nos une al través de un pasado común que es más fuerte que las intencionalidades de poder. Y más pronto que tarde, la “Cubanía Mayamera” se encontrará en su lar común con la “Cubanía Revolucionaria” y ambas se comerán, al fin, “su lechón decembrino en Cuba” porque, inexorablemente, como tenía que ser algún día, Fidel ha muerto.




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