La humanidad pareciese tener,
de tiempo en tiempo, arrestos febriles ciegamente destructivos. Como quien
escribe estas notas, tiene como lengua materna el “castellano” (originario
de Castilla, Reino de España), hoy comúnmente conocido como “español”,menester
ocurrir a los significados “castellanos” de los vocablos que
utilizamos, especialmente aquel preeminente en este caso: “la
estulticia”. Dice precisamente el Diccionario de la Real Academia
Española de la lengua, en su edición ya tricentenaria (en estos tiempos
cibernéticos que corren de inevitable naturaleza electrónica), que por “estulticia” se
entiende la calidad de “necedad” y en calidad de portador de
la “necedad”, se tiene al “necio”. Dícese del “necio”(vocablo
cuya raíz latina es la voz “nescius”) que se trata de un“ignorante
y que no sabe lo que podía o debía saber”; en una segunda acepción, que
se trata de un individuo “falto de inteligencia o de razón”; y,
finalmente, un ser humano “terco y porfiado en lo que hace o dice”.
De manera que un “necio” bien
podría tratarse de un individuo que siendo particularmente ignorante,
no sabe lo que puede o debe saber (o lo ignora deliberadamente), quien además
es falto de inteligencia o de razón, exhibiendo (manifiestamente añadiríamos) porfía
o terquedad en lo que hace o dice. En política real o realpolitkla
necedad es común, sobre todo por aquello de la existencia de líderes “ignorantes
haciendo lo que no saben, faltos de inteligencia, tercos y porfiados en sus
discursos y acciones”.
Pero pareciesen haber tiempos
en los que la estulticia se extiende a amplios espacios, tanto temporales como
geográficos,siendo una variable perturbadora de singular importancia, capaz de
empujar a los sistemas políticos hasta su umbral de inestabilidad, en virtud de
una acumulación sustantiva de des-orden, esto es, de máxima
entropía. Parece haber ocurrido en los prolegómenos de la Primera Guerra
Mundial; otro tanto en la segunda gran conflagración de la misma natura.
Ocurrió, por ejemplo, en Postdam, a las puertas de la Guerra Fría, sobre todo
en aquel aspecto de la estulticia dónde se exhibe en mayor medida “la
porfía o terquedad en hacer”. Hoy nos atrevemos a asegurar que vivimos
en “tiempos de estulticia”. Son casos emblemáticos, por ejemplo,
los de Venezuela y Ecuador en nuestra región hispanoparlante; Turquía
y Corea del Norte, tanto en la encrucijada entre Europa y Asia, como en el
lejano oriente. Revisemos someramente estos casos, aun a pesar del apretado
espacio del que disponemos. Empecemos con el propio: Venezuela.
Gobernada por una claque
cívico-militar colegiada, dotada de un discurso de naturaleza “hídrica” (con
la liquidez de las aguas, al perderse entre las manos sus contenidos y tener a
la vez múltiples cabezas “hablantes” como la hidra mitológica),
se empeñan sus capitostes (especialmente la mayor cabeza visible) en imponer un
modelo económico, político y social, basado en una ideología imprecisa, que
alternativamente viaja del socialismo marxista más radical, al fascismo
italiano primigenio. Luciendo a veces como“ignorantes que poco o nada saben
de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón” hacen
gala de su “terquedad y porfía”, negándose a todo trance a “dialogar” verdadera
y limpiamente con sus contrapartes, para tratar de encontrar, al menos,
acuerdos básicos de convivencia.
Pero sus contrapartes, por
aquello de la necedad, no lo son menos; abotagados por la estulticia que
produce el cansancio, llevan tres lustros tratando de derrocarlos por cualquier
vía. De discursos y procederes tan hídricos como los otros, escogen caminos
alternativos que van desde la ultraizquierda guerrillera hasta la más
ultramontana postura de derechas, convirtiéndose en verdadero“saco de gatos”.
Abrumados y confundidos por sus propias apetencias, aspiraciones y pre-disposiciones,
frecuentemente actúan como “ignorantes que poco o nada saben de lo que
dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”, respondiendo con
dicterios de cada vez mayor grosor a los dardos verbales incontinentes de sus
enemigos (porque nunca-jamás se tratará de adversarios políticos), verdadera
competencia de irrespeto continuo y deprimente sustancia. Como jugadores
racionales, en el contexto de un juego suma-cero, ambas partes escogen entre el
abanico de sus estrategias disponibles, aquellas concentradas en eliminarse
mutuamente, sin importar nada las grandes mayorías.
Y así, inexorablemente,
pareciesen ir conduciendo al país hacia una guerra civil, en primer lugar,
aquellos quienes mandan, prevalidos de sus fuerzas militares superiores y, en
violenta autodefensa, los otros, siempre amparados en un supuesto padrinazgo
internacional, que más bien obedece realmente a intereses de carácter
pecuniario por parte de quienes pretenden "ayudar".
Mientras tanto, los servidores públicos son obligados bajo amenaza a “marchar” como
borregos, para “demostrar su lealtad a la revolución”, mientras los
otros“convocan sin convocar”, porque es la gente en general que
movida por sus penurias, prefiere conducirse personalmente al cadalso de la
represión, al resultar más honroso “morir luchando” que “morir
inerme de mengua y hambre”. La pugna internacional entre egos
políticos heridos, sumada a las mutuamente excluyentes concepciones liberal-democrática-capitalista y marxista-revolucionaria-socialista,
sirven de combustible en este cuento de nunca acabar que hunde sus raíces
en nuestros fenotipos latinoamericanos, existentes desde el pasado remoto y, de
cotidiano, “verbosos, supersticiosos y dramáticos”. Representa
esta, sin albergar apremio alguno en tanto interrogante por responder:una
muestra palmaria venezolana de la estulticia y sus tiempos.
Otro tanto ocurre más al sur,
concretamente en Ecuador. Ese vicio nacional que nos persigue sin
piedad, que consiste en querer“imponernos” formas únicas de mirar e
interpretar la realidad, nos empuja al abismo del continuismo y confunde a
quienes tienen el poder con la obsesión de los otros por apropiarse de las
riquezas del Estado. Otra vez la lucha dicotómica “oligarquía-pueblo” reaparece
en el discurso político, aderezado además por las mismas concepciones
excluyentes que señalásemos condicionan a su hermana regionalVenezuela.
Sin embargo, el empeño mundial por “legitimar”decisiones
unilaterales, tanto de quien detenta el poder como de quien lo enfrenta, hace
ocurrir a los sistemas políticos actuales al expediente de la “consulta
popular”, sea formalmente electoral o refrendaria. Pero una vez hecha
esa “consulta al pueblo” cuando el resultado es adverso, las partes
se alzan no queriendo reconocerlo y, por ende y de fondo, no estando de acuerdo
con el “reparto del botín” no solo de quienes lo tienen, sino
de quienes abrigaban la esperanza de apropiárselo. Y calificaciones como “tiranías”
o “dictaduras”, comienzan a aderezar los discursos políticos,
evidenciado se trata de “ignorantes que poco o nada saben de lo que
dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”. Y aun haciéndose
reconteos, auditorías, evaluaciones, todos bajo “observación
internacional”, se sigue en la tozudez de no reconocer los resultados o de
imponerlos a “troche y moche”, en muestra gráfica de las más
claras “terquedad y porfía”. Mientras, los pueblos observan y
esperan, como en un juego de ping-pong, el próximo raquetazo y rebote de la pelota
del poder. Estulticia y poder: marcan el compás de su obtusa
danza.
Pasando el charco, no es mucha
la diferencia. Recep Tayip Erdogan, en un arresto turco que lo hace remontarse
a los cañones de piedras destructivas de Suleyman, El Magnífico, o acaso, a las
borracheras de poder incontrolables (junto a las alcohólicas) de Selim,
pretende revivir el sultanato turco que prodigase como fructífero resultado el
Imperio Otomano. Pero como el trillado “discurso político democrático” del
mundo, no le permite ocurrir al raudo y afilado“alfanje”, echa
mano, como ya dijésemos en líneas previas, del“acomodaticio instrumento” de
estos tiempos: “la consulta popular”.Erdogan promueve una consulta
refrendaria a su pueblo turco, para determinar si su gente quiere que él sea un
nuevo sultán o no. Y la gente votó “Sí”. Pero cuando le “meten
el aguzado y experimentado ojo civilizador europeo” resulta que Tayip
I, ha cometido, en apariencia, un fraude electoral. O miente Tayip I o miente “occidente”que,
dicho sea de paso, siempre “los ha obviado” al menos desde
hace más de cincuenta años, según afirma el recién reelecto sultán. Y la gente
se lanza a la calle; aquellos del “No” porque se sienten“engañados” y
los del “Sí” porque pretenden engañarlos ¿Quién?...
¡Pues occidente, claro! La tozudez, la porfía, la ignorancia, en una
voz:la estulticia, esta vez, turca.
Y finalmente cerramos con la
República Popular de Corea del Norte y su impase eterno con el mundo
occidental, especialmente contra su“hermana no deseada” Corea del
Sur; “el eterno rechazado”, su vecino Japón, quien lleva la mácula
de haber sido su amo esclavizante de un tiempo reciente; su “amiga
incómoda” en el vecindario, China; y, finalmente, los Estados Unidos
de Norteamérica, potencia beligerante con la que se liase en fieros combates
allá en los años cincuenta, dejándola, potencia y todo, mal parada el abuelo
del actual díscolo Primer Mandatario coreano, Mariscal Kim Il-Sung. La suma de
la estulticia confluye en esta región del mundo, luego de haber ganado las
elecciones en los Estados Unidos, acaso el mayor ignorante, terco, porfiado y
necio de los “políticos recién vestidos”estadounidenses: Donald S.
Trump.
Siendo el tercero de los Kim,
el Jong (acaso por ser el más “Young”), el más necio, lo que
supone, una singular“terquedad y porfía", obsesionado por la
amenaza que sembrara su abuelo y ellos (tanto su padre como él) trasmitiesen ad
nauseam a todo un pueblo durante años, consistente en que un día
habrían de brillar en sus cielos las estelas de los cohetes que traerían a su
amada madre Patria “la inexorable destrucción y muerte”, vive
y hace vivir a sus compatriotas en permanente estado de guerra; preparados para
la guerra; comiendo entre la guerra; soñando con la guerra; y defecando los
pocos requiebros de postrimerías que les permitiese su exigua alimentación,
también tiznados de guerra. Y Trump, con sus conductas erráticamente
guerreristas, confirma la “profecía” que el Jong ha
estado aguardando se cumpla, aún mientras la mitad de él nadaba
libremente en
los testículos “guerreros” de su padre: “el
imperialismo se apresta a atacarlos”. En una fantasía que unen por
igual la estulticia de Trump, de Maduro y de Jong, el “Armagedón”viene: imperialismo
o socialismo revolucionario marxista, el bien o el mal, el uno o el otro,
mutuamente excluyentes, malucos, llenos de máculas, sin munificencia alguna o
plétoras de paradisíacas y felices existencias, el uno gracias al Moloch del
dinero, el otro virtud de la magia eterna prodigada en las ideas de Carl Marx,
uno de los dos, de una vez y para siempre, desaparecerá en medio de una nube
“luminosamente radiactiva”. La mayor de las estulticias: “destruir lo
único que tenemos, porque una de las facciones en pugna lo quiere todo para sí
exclusivamente”.
De manera que parece no quedar
duda alguna: estos son los tiempos de la estulticia. Los tiempos
donde los “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de
inteligencia y sobre todo de razón”además de “tercos y porfiados”, de
espaldas a sus pueblos, creyéndose los dueños de la única verdad sobre la
tierra o en sus patios de pertenencia, disponen del futuro de millones de seres
humanos, como les viene en gana, prevalidos de sus armas, de sus naves, de sus
misiles, de sus militares, la mayoría de ellos hundidos en la más vulgar
corrupción y en los más abyectos vicios; lo hacen también protegidos por sus “policías
secretas”, sus violentos allanamientos, sus detenciones nocturnales,
todas sin fórmula de juicio; sus torturadores de oficio, socavones y ergástulas
obscuras,“oficinas de trabajo” para ablandar conciencias, reducir
dignidades y matar sueños de manera expedita. Son tiempos de obstinado
obscurantismo, posiblemente los últimos que viva este planeta; y una vez más,
sin apremio alguno de dudosos interrogantes, definitivamente: “TIEMPOS
DE ESTULTICIA…”
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