jueves, 20 de abril de 2017

TIEMPOS DE ESTULTICIA: Venezuela, Ecuador, Turquía y Corea del Norte…

La humanidad pareciese tener, de tiempo en tiempo, arrestos febriles ciegamente destructivos. Como quien escribe estas notas, tiene como lengua materna el “castellano” (originario de Castilla, Reino de España), hoy comúnmente conocido como “español”,menester ocurrir a los significados “castellanos” de los vocablos que utilizamos, especialmente aquel preeminente en este caso: “la estulticia”. Dice precisamente el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, en su edición ya tricentenaria (en estos tiempos cibernéticos que corren de inevitable naturaleza electrónica), que por “estulticia” se entiende la calidad de “necedad” y en calidad de portador de la “necedad”, se tiene al “necio”. Dícese del “necio”(vocablo cuya raíz latina es la voz “nescius”) que se trata de un“ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber”; en una segunda acepciónque se trata de un individuo “falto de inteligencia o de razón”; y, finalmente, un ser humano “terco y porfiado en lo que hace o dice”.

De manera que un “necio” bien podría tratarse de un individuo que siendo particularmente ignorante, no sabe lo que puede o debe saber (o lo ignora deliberadamente), quien además es falto de inteligencia o de razón, exhibiendo (manifiestamente añadiríamos) porfía o terquedad en lo que hace o dice. En política real o realpolitkla necedad es común, sobre todo por aquello de la existencia de líderes  “ignorantes haciendo lo que no saben, faltos de inteligencia, tercos y porfiados en sus discursos y acciones”.

Pero pareciesen haber tiempos en los que la estulticia se extiende a amplios espacios, tanto temporales como geográficos,siendo una variable perturbadora de singular importancia, capaz de empujar a los sistemas políticos hasta su umbral de inestabilidad, en virtud de una acumulación sustantiva de des-orden, esto es, de máxima entropía. Parece haber ocurrido en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial; otro tanto en la segunda gran conflagración de la misma natura. Ocurrió, por ejemplo, en Postdam, a las puertas de la Guerra Fría, sobre todo en aquel aspecto de la estulticia dónde se exhibe en mayor medida “la porfía o terquedad en hacer”. Hoy nos atrevemos a asegurar que vivimos en “tiempos de estulticia”. Son casos emblemáticos, por ejemplo, los de Venezuela y Ecuador en nuestra región hispanoparlante; Turquía y Corea del Norte, tanto en la encrucijada entre Europa y Asia, como en el lejano oriente. Revisemos someramente estos casos, aun a pesar del apretado espacio del que disponemos. Empecemos con el propio: Venezuela.

Gobernada por una claque cívico-militar colegiada, dotada de un discurso de naturaleza “hídrica” (con la liquidez de las aguas, al perderse entre las manos sus contenidos y tener a la vez múltiples cabezas “hablantes” como la hidra mitológica), se empeñan sus capitostes (especialmente la mayor cabeza visible) en imponer un modelo económico, político y social, basado en una ideología imprecisa, que alternativamente viaja del socialismo marxista más radical, al fascismo italiano primigenio. Luciendo a veces como“ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón” hacen gala de su “terquedad y porfía”, negándose a todo trance a “dialogar” verdadera y limpiamente con sus contrapartes, para tratar de encontrar, al menos, acuerdos básicos de convivencia.

Pero sus contrapartes, por aquello de la necedad, no lo son menos; abotagados por la estulticia que produce el cansancio, llevan tres lustros tratando de derrocarlos por cualquier vía. De discursos y procederes tan hídricos como los otros, escogen caminos alternativos que van desde la ultraizquierda guerrillera hasta la más ultramontana postura de derechas, convirtiéndose en verdadero“saco de gatos”. Abrumados y confundidos por sus propias apetencias, aspiraciones y pre-disposiciones, frecuentemente actúan como “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”, respondiendo con dicterios de cada vez mayor grosor a los dardos verbales incontinentes de sus enemigos (porque nunca-jamás se tratará de adversarios políticos), verdadera competencia de irrespeto continuo y deprimente sustancia. Como jugadores racionales, en el contexto de un juego suma-cero, ambas partes escogen entre el abanico de sus estrategias disponibles, aquellas concentradas en eliminarse mutuamente, sin importar nada las grandes mayorías.

Y así, inexorablemente, pareciesen ir conduciendo al país hacia una guerra civil, en primer lugar, aquellos quienes mandan, prevalidos de sus fuerzas militares superiores y, en violenta autodefensa, los otros, siempre amparados en un supuesto padrinazgo internacional, que más bien obedece realmente a intereses de carácter pecuniario por parte de quienes pretenden "ayudar". Mientras tanto, los servidores públicos son obligados bajo amenaza a “marchar” como borregos, para “demostrar su lealtad a la revolución”, mientras los otros“convocan sin convocar”, porque es la gente en general que movida por sus penurias, prefiere conducirse personalmente al cadalso de la represión, al resultar más honroso “morir luchando” que “morir inerme de mengua y hambre”. La pugna internacional entre egos políticos heridos, sumada a las mutuamente excluyentes concepciones liberal-democrática-capitalista y marxista-revolucionaria-socialista, sirven de  combustible en este cuento de nunca acabar que hunde sus raíces en nuestros fenotipos latinoamericanos, existentes desde el pasado remoto y, de cotidiano, “verbosos, supersticiosos y dramáticos”. Representa esta, sin albergar apremio alguno en tanto interrogante por responder:una muestra palmaria venezolana de la estulticia y sus tiempos.

Otro tanto ocurre más al sur, concretamente en Ecuador. Ese vicio nacional que nos persigue sin piedad, que consiste en querer“imponernos” formas únicas de mirar e interpretar la realidad, nos empuja al abismo del continuismo y confunde a quienes tienen el poder con la obsesión de los otros por apropiarse de las riquezas del Estado. Otra vez la lucha dicotómica “oligarquía-pueblo” reaparece en el discurso político, aderezado además por las mismas concepciones excluyentes que señalásemos condicionan a su hermana regionalVenezuela. Sin embargo, el empeño mundial por “legitimar”decisiones unilaterales, tanto de quien detenta el poder como de quien lo enfrenta, hace ocurrir a los sistemas políticos actuales al expediente de la “consulta popular”, sea formalmente electoral o refrendaria. Pero una vez hecha esa “consulta al pueblo” cuando el resultado es adverso, las partes se alzan no queriendo reconocerlo y, por ende y de fondo, no estando de acuerdo con el “reparto del botín” no solo de quienes lo tienen, sino de quienes abrigaban la esperanza de apropiárselo. Y calificaciones como “tiranías” o “dictaduras”, comienzan a aderezar los discursos políticos, evidenciado se trata de “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”. Y aun haciéndose reconteos, auditorías, evaluaciones, todos bajo “observación internacional”, se sigue en la tozudez de no reconocer los resultados o de imponerlos a “troche y moche”, en muestra gráfica de las más claras “terquedad y porfía”. Mientras, los pueblos observan y esperan, como en un juego de ping-pong, el próximo raquetazo y rebote de la pelota del poder. Estulticia y poder: marcan el compás  de su obtusa danza.

Pasando el charco, no es mucha la diferencia. Recep Tayip Erdogan, en un arresto turco que lo hace remontarse a los cañones de piedras destructivas de Suleyman, El Magnífico, o acaso, a las borracheras de poder incontrolables (junto a las alcohólicas) de Selim, pretende revivir el sultanato turco que prodigase como fructífero resultado el Imperio Otomano. Pero como el trillado “discurso político democrático” del mundo, no le permite ocurrir al raudo y afilado“alfanje”, echa mano, como ya dijésemos en líneas previas, del“acomodaticio instrumento” de estos tiempos: “la consulta popular”.Erdogan promueve una consulta refrendaria a su pueblo turco, para determinar si su gente quiere que él sea un nuevo sultán o no. Y la gente votó “Sí”. Pero cuando le “meten el aguzado y experimentado ojo civilizador europeo” resulta que Tayip I, ha cometido, en apariencia, un fraude electoral. O miente Tayip I o miente “occidente”que, dicho sea de paso, siempre “los ha obviado” al menos desde hace más de cincuenta años, según afirma el recién reelecto sultán. Y la gente se lanza a la calle; aquellos del “No” porque se sienten“engañados” y los del “Sí” porque pretenden engañarlos ¿Quién?... ¡Pues occidente, claro! La tozudez, la porfía, la ignorancia, en una voz:la estulticia, esta vez, turca.

Y finalmente cerramos con la República Popular de Corea del Norte y su impase eterno con el mundo occidental, especialmente contra su“hermana no deseada” Corea del Sur; “el eterno rechazado”, su vecino Japón, quien lleva la mácula de haber sido su amo esclavizante de un tiempo reciente; su “amiga incómoda” en el vecindario, China; y, finalmente, los Estados Unidos de Norteamérica, potencia beligerante con la que se liase en fieros combates allá en los años cincuenta, dejándola, potencia y todo, mal parada el abuelo del actual díscolo Primer Mandatario coreano, Mariscal Kim Il-Sung. La suma de la estulticia confluye en esta región del mundo, luego de haber ganado las elecciones en los Estados Unidos, acaso el mayor ignorante, terco, porfiado y necio de los “políticos recién vestidos”estadounidenses: Donald S. Trump.

Siendo el tercero de los Kim, el Jong (acaso por ser el más “Young”), el más necio, lo que supone, una singular“terquedad y porfía", obsesionado por la amenaza que sembrara su abuelo y ellos (tanto su padre como él) trasmitiesen ad nauseam a todo un pueblo durante años, consistente en que un día habrían de brillar en sus cielos las estelas de los cohetes que traerían a su amada madre Patria “la inexorable destrucción y muerte”, vive y hace vivir a sus compatriotas en permanente estado de guerra; preparados para la guerra; comiendo entre la guerra; soñando con la guerra; y defecando los pocos requiebros de postrimerías que les permitiese su exigua alimentación, también tiznados de guerra. Y Trump, con sus conductas erráticamente guerreristas, confirma la “profecía”  que el Jong ha estado aguardando se cumpla, aún mientras la mitad de él nadaba libremente en los testículos “guerreros” de su padre: “el imperialismo se apresta a atacarlos”. En una fantasía que unen por igual la estulticia de Trump, de Maduro y de Jong, el “Armagedón”viene: imperialismo o socialismo revolucionario marxista, el bien o el mal, el uno o el otro, mutuamente excluyentes, malucos, llenos de máculas, sin munificencia alguna o plétoras de paradisíacas y felices existencias, el uno gracias al Moloch del dinero, el otro virtud de la magia eterna prodigada en las ideas de Carl Marx, uno de los dos, de una vez y para siempre, desaparecerá en medio de una nube “luminosamente radiactiva”. La mayor de las estulticias: “destruir lo único que tenemos, porque una de las facciones en pugna lo quiere todo para sí exclusivamente”.

De manera que parece no quedar duda alguna: estos son los tiempos de la estulticia. Los tiempos donde los “ignorantes que poco o nada saben de lo que dicen, faltos de inteligencia y sobre todo de razón”además de “tercos y porfiados”, de espaldas a sus pueblos, creyéndose los dueños de la única verdad sobre la tierra o en sus patios de pertenencia, disponen del futuro de millones de seres humanos, como les viene en gana, prevalidos de sus armas, de sus naves, de sus misiles, de sus militares, la mayoría de ellos hundidos en la más vulgar corrupción y en los más abyectos vicios; lo hacen también protegidos por sus “policías secretas”, sus violentos allanamientos, sus detenciones nocturnales, todas sin fórmula de juicio; sus torturadores de oficio, socavones y ergástulas obscuras,“oficinas de trabajo” para ablandar conciencias, reducir dignidades y matar sueños de manera expedita. Son tiempos de obstinado obscurantismo, posiblemente los últimos que viva este planeta; y una vez más, sin apremio alguno de dudosos interrogantes, definitivamente: “TIEMPOS DE ESTULTICIA…”


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