miércoles, 28 de marzo de 2018

Putin y el otro Nicolás...


Nicolás II, el último “CZAR” del siglo XX. Señor de todas las Rusias, murió junto a toda su familia, asesinado en una estrecha habitación de una vetusta casa de campo, el 18 de julio de 1918, en Ekaterinburgo, en la Rusia “ya roja”. El Zar que nunca quiso serlo, como los principales monarcas de ese tiempo (el Kaiser Guillermo de Alemania y el Rey Eduardo VII de Inglaterra), eran descendientes directos de la Reina Victoria y de ahí el extraordinario parecido físico entre todos.

Nicolás, igual que Guillermo y Eduardo (Alberto, Bertie como lo apodara la Reina Victoria) tenían todos reservas, resquemores y frustraciones. Wilhem, contraecho, rumiaba su amargura diariamente, mientras Nicolás maldecía el día en que lo habían hecho Zar; él solo aspiraba a “pasarla bien” con su numerosa familia, a la que amaba entrañablemente. Nunca fue un hombre de Estado y menos dotado del carácter para serlo. Un tipo silencioso, metódico, recatado y sencillo a pesar del boato del que se rodeaba, podría decirse, sin temor a exagerar, que resultaba “muy poco hábil para la gestión de cualquier gobierno”. Cometió una ristra interminable de errores, en más de una ocasión inducido por su alemana esposa Allix de Hesse, quien asumiera, luego de las nupcias con él, el nombre ruso de Alejandra Fiódorovna Románova. Buen padre, resultaba inútil, ya lo hemos dicho, para el ejercicio del poder: así lo reconocía reiteradamente sin ambages de ninguna naturaleza. Pero le tocó en suerte, hallando la desgracia al medio término de su camino como monarca.

Vladimir Putin aspira convertirse en el primer “CZAR” de todas las Rusias del siglo XXI. Añora y admira la figura de Nicolás. Incluso lo ha hecho canonizar por la iglesia ortodoxa y se le venera, junto a todos sus símbolos imperiales, sirviendo en alguna medida a la campaña del “renacer ruso como potencia” que sirve de motivación central al discurso del Presidente recién electo. Putin necesita por fuerza no solo conflictos sustantivos que le permitan seguir encendiendo en el pueblo ruso el   añoso fervor patriótico de otro tiempo, sino hacerle entender que solo él está en capacidad de “conducir a Rusia por senderos de gloria y victoria”. Al propio tiempo, tiene que expandirse en la retaguardia del “monarca estadounidense” que nace en la persona de Donald Trump. Una pieza importante de esa estrategia subterránea, la constituye “la invasión comercial del patio trasero del imperio norteamericano”.

La creciente inversión rusa en América del Sur, en abierta competencia con los chinos, la otra “monarquía absoluta emergente” bajo la égida de un Xi Ji Pin ahora “mandatario vitalicio plenipotenciario” por voluntad de la Asamblea del Pueblo, lo demuestra. Es entonces que hace su aparición “el otro” Nicolás. Sorprendentemente parecido al Zar Nicolás II, nunca físicamente sino en lo buen padre, circunstancia de magnitud catedralicia; igualmente en aquello de “tocarle en suerte” ser mandatario, no habiendo querido serlo nunca; incapaz, sin la más mínima duda, para conducir gobierno alguno, siendo muchas de sus erráticas decisiones fruto la mente de su señora esposa, este otro “Nicolás tropical” es pieza singular en la estrategia mundial de Putin, al menos por estos lares.

 Venezuela, una nación petrolera, endeudada no solo con Rusia sino con buena parte del mundo desarrollado, mal dirigida y peor llevada, pero con una infraestructura industrial dedicada a la explotación y refinación de crudo, que acaso con una mínima inversión, podría rescatarse para el servicio de los intereses rusos, le permite a Putin expandirse justo en la mera retaguardia de Donald “The menace”, con una amplia red de distribución de gas, operable a costos muy bajos, dominando en el muy corto plazo no solo el mercado local, sino algo estratégicamente mucho más valioso: la distribución de petróleo y gas en la región. Al propio tiempo, puede evadir “sanciones” por cuanto “hace negocio con un gobierno igualmente sancionado”.

Al propio tiempo, Putin puede conducir a sus oligarcas en una dirección estratégica tendente a comprar, a precio de “gallina flaca”, lo poco que queda de pie del muy dañado parque industrial venezolano, colocando también por esa vía una importante cuantía de tecnología obsoleta en su repotenciación, permitiendo convertir “en deuda” activos de valor cero en libro e instalarlos para producir bienes e incluso servicios, a muy bajo costo y alto rendimiento. Este otro Nicolás, pobre en capacidades como el otro ruso de un tiempo ido, ofrece sin embargo excelentes posibilidades para quien se ve y se siente Zar de todas las Rusias…Mata dos pájaros de un tiro: le ronca en el patio al monarca estadounidense en ciernes y se hace de una importante “cabeza de playa” en su guerra personal con occidente. Vladimir ya tiene su Nicolás de carne y hueso, sobre todo de “bastante carne”, bien barato y simple, sí, pero tremendamente útil en su camino hacia el trono y sus ansias expansionistas. Las distancias se acortan, cuando la historia y los intereses políticos, así como económicos, las tocan…Vico, Vico, que cosa caprichosa aquella la de tus volutas…



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