Ha sido una preocupación
permanente de quien escribe este blog, difundir la interdisciplinariedad en la
mirada y descripción de recortes de la realidad y, especialmente, al través del
uso de la Teoría de Conjuntos y sus axiomas, para abordar (explicando mediante
la descripción) fenómenos específicos en Ciencia Política. Aquel que nos ocupa
hoy es la existencia, más ampliamente, la vida al interior de la intersección
entre la Mediocridad, el Resentimiento y
la Ineficiencia, vistos como conjuntos de comportamiento al interior de la
política real y la gestión pública.
Comencemos por definir, a los
fines estrictamente instrumentales, cada uno de esos conjuntos, aun cuando
sabemos que existen respecto de los conceptos tratados, extensos trabajos en
filosofía así como también en Teoría Social, incluso, en Teoría Política. Al
propio tiempo, son bien conocidos los ensayos de José Ingenieros sobre la
mediocridad humana, allá en los albores del Positivismo suramericano
decimonónico. Pero insistimos: estas
definiciones nuestras son instrumentales y empíricas, y, por ende, rebatibles
en la cuantía y dimensión que así se desee. Así, para los que tengan la
gentileza en leer estas cuitas: bienvenida
sea la crítica.
Hablemos entonces del conjunto Mediocridad. “Mediocritas” un vocablo latino de fuerza extraordinaria a nuestro
modo de ver; solían decir los romanos de este vocablo (como calificación) que
podía ser aplicable a todo aquello (cosa o persona) que no fuese lo
suficientemente “malo” para ser
calificado de tal y lo suficientemente “bueno”
para merecer tal distinción. Era así de
simple: no era (o se era), ni malo, ni bueno, en alguna medida, el vocablo representaba nada (ni
nadie) relevante. Circunscribámonos al recorte de realidad “Política Real en Venezuela” (según lo
que Max Weber define como Realpolitik)
y entendamos por tal el ámbito donde tiene lugar la confrontación por el poder
político y su subconjunto esencial: la
pugna interpartidaria. Y entendamos
allí, por convención, la existencia de un conjunto que contiene a la “Mediocridad”
(M), tanto en la militancia política, como en la participación en términos de
simpatías o en calidad de ambas al interior de la administración pública
nacional, a cualquier nivel jerárquico. La “Mediocridad” contiene como conjunto
a los “mediocres” (m), sean militantes o funcionarios públicos en el recorte de
la política real en Venezuela, esto es, para todo m en M, m pertenece a M en
ese preciso recorte de la realidad.
Desde este ejercicio conceptual y siempre procediendo por vía empírica, podemos argumentar que pudiesen existir, al menos, un par de categorías de “mediocres”, esto es, una categoría que acepta su mediocridad (o bien porque no sabe de su existencia, esto es, no la percibe o no se percibe como tal o tal vez porque sabiéndose mediocre, poco o nada le importa), aceptando pasivamente su existencia sin agredir, intentar ocupar o representar papeles de ninguna clase; y otro que por el contrario, sabiendo que es mediocre, no lo acepta, se revela y actúa contra todo aquel que pudiese hacerle sombra en su carrera política y/o en su accionar como funcionario público. Al primero y reiteramos una vez más por convención instrumental, lo llamaremos “mediocre pasivo” y al segundo “mediocre activo”. El primero, como ya dijésemos, acepta su mediocridad si la conoce y si no, vive con ella en paz; pero el segundo la rumia con amargura, y al saber de su existencia, actúa contra todo y todos los que considere obstáculos, enemigos reales e incluso los que potenciales, el “mediocre activo” supone pudiesen llegar a serlo.
Dice el DRAE Tricentenario que el
“Resentimiento” es la acción de “resentirse” y por este vocablo, admite
tres significados del cual tomaremos el segundo que textualmente reza: “tener sentimiento, pesar o enojo por algo”.
De manera que a partir de esta definición de “Resentimiento”, diremos que el conjunto “Resentimiento” (R) contiene a todos los “resentidos” (r), específicamente en el recorte de la realidad
definido para el conjunto M. Ahora
bien, el mediocre pasivo pudiese estar resentido por muchas circunstancias,
pero definitivamente y en los términos en que lo hemos definido, pudiese ser
por cualquier cosa menos por su propia mediocridad. Pero el mediocre activo si hace parte del conjunto R desde la
perspectiva de su propia mediocridad, porque tiene un
profundo sentimiento de pesar o enojo por ella y actúa contra todo y todos los
que estime como obstáculos o enemigos potenciales, precisamente al tener conciencia de la limitación que le
otorga su propia mediocridad. De la argumentación antes expuesta y respecto
del axioma de intersección en Teoría de Conjuntos (desde la perspectiva
cantoriana) el mediocre activo habita
en la intersección entre M y R, esto
es, en la intersección de los conjuntos “Mediocridad”
y “Resentimiento”.
El “mediocre” (m) es “ineficiente” (i)
por definición, entendiendo la "ineficiencia" como la falta de "eficiencia", según el viejo DRAE y la "eficiencia", desde la misma fuente, como la capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir algún efecto; el "mediocre" (m) no está en capacidad de disponer de algo o de alguien para obtener efectos positivos, porque su pre-disposición apunta hacia el cumplimiento de su propia agenda de supervivencia . Aun en posesión de ciertas destrezas, la lucha por esa supervivencia que lo consume, le exige su máxima concentración (de la poca que
posee) en las acciones de “autodefensa”
que, según su real saber y entender, se ve en la obligación de emprender.
Sometido a la tortura del fracaso como profecía cuasi auto cumplida, no
desarrolla acaso otras habilidades que lo lanzarían fuera del conjunto M. El mediocre activo tanto militante político como funcionario público, es ineficiente por naturaleza, en razón de
que los desvelos naturales del mediocre que lo convierten en ineficiente (i),
en el mediocre activo se potencian, al tratarse la política de una lucha por el poder, haciéndolo esclavo de una sensación permanente de extrema vulnerabilidad, . Los ineficientes agrupados en un conjunto,
configuran un subconjunto del conjunto Ineficiencia (I). El mediocre activo
habita la intersección de los conjuntos “Mediocridad”, “Resentimiento” e
“Ineficiencia”, esto es, el mediocre activo pertenece al conjunto MIR, esto es,
el conjunto de todos los elementos comunes a M, I y R.
De manera que el mediocre activo visto desde la
intersección antes configurada, pudiese ser re-definido, en el recorte de la
realidad escogida por nosotros, como el
militante político y/ funcionario público mediocre, resentido e ineficiente que
se bate y rebate contra el entorno que lo rodea, para lograr espacios de poder
contra sus enemigos reales o potenciales, sean por propio auto-engaño, sea por
las condiciones de la lucha, sea por la indispensable supervivencia en el medio
público dónde se desarrolla. Así las cosas y conforme esta definición, el mediocre activo será más agresivo, más
vengativo, más tramoyista de escenarios retorcidos y más prestidigitador del discurso hacia la
manipulación y la intriga, mientras más alta sea su posición en los partidos o
en la administración pública. Por supuesto que esta definición no implica
que todo agresivo, tramoyero, vengativo y manipulador es necesariamente un mediocre activo: la implicación no vale
en este sentido. Pero en el sentido
contrario definitivamente sí: todo mediocre activo calza esas características.
El mediocre activo que habita en la intersección MIR es particularmente tenaz. Si hace parte de una comparsa que
rodea a un líder carismático, es el más leal, el más solicito, el más dedicado
en loar al jefe en cuanta ocasión se presente; encarna al más activo en la promoción del culto a la
personalidad y en la manipulación de la información que, discretamente, maneja
a su favor, haciendo ver al líder que él tiene “los ojos y los oídos” en todas partes, si se trata de la posible vulneración de la estabilidad política del jefe. Así logra tal grado de
proximidad al líder, que este lo señala como su más leal colaborador y termina
adornándolo con los mayores reconocimientos, acaso ungiéndolo, al final, con la categoría
de legítimo sucesor.
Pero si el líder desapareciese y el mediocre activo que habita en la
intersección MIR, lograse al fin una posición preeminente, se convertiría
en un déspota, agobiado por el nepotismo, porque solo entre (y con) sus
familiares se sentiría seguro. Al intentar personalizar al líder carismático,
tomaría cursos de acción tremendistas, cayendo en la pesadilla del fracaso como
profecía auto-cumplida, una y otra vez, atribuyendo a “agentes externos” y a sus “sempiternos
enemigos” la ristra interminable de fracasos en los que se convertiría su
gestión. No se trata de un afán personalista, del que deviene por naturaleza el
voluntarismo político: se trata de un mediocre
activo suplantando un papel en una pieza política casi teatral, cuyas
exigencias de libreto está imposibilitado naturalmente de cumplir.
Y a quienes les toque vivir bajo
la égida de un mediocre activo, que
dicho sea de paso y por aquello de la preservación de su seguridad y espacio
vital, no hace otra cosa sino que rodearse de mediocres pasivos y uno que otro activo que se encarga de mantener
a raya por aquello de las “ambiciones
ocultas”, sufrirá las consecuencias de las pesadillas de aquel, de sus
errores, de su mayúsculos gazapos y trapisondas, junto a las letanías
permanentes escritas y propaladas en un discurso político justificador, espantador de
esperanzas, acaso con la misma intencionalidad mágica que pretenden tener
aquellos adornos bautizados como “atrapa
sueños”. Lo sabemos suficientemente porque aquí, en la Venezuela de hoy, lo
vivimos cotidianamente…
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