La evidencia empírica pareciese
sugerir, cada vez que en esfuerzo investigativo nos aproximamos al examen de
sus ocurrencias, que la “dinámica
política” venezolana obedece a un “patrón
de ondas” que por determinista que parezca, oscila al interior de un
conjunto de frecuencias equivalentes, con independencia del tiempo y el
espacio. Si entendemos esa dinámica como parte de la realidad que ofrece la
inmensa variedad de los fenómenos macroscópicos, vemos que tiene dos “elementos” que predominan como “acciones condicionantes” dentro del
amplio espectro de acciones de los actores: “la
conjura” y “el afán”. Y,
finalmente, una combinación “política”
de ambos: “la conjura por el afán”.
De eso trata este artículo y en esta
concepción nos iremos adentrando poco a poco, con la intencionalidad de probar,
desde la evidencia empírica, reiteramos, que tal interpretación es posible,
como ejercicio de reflexión en alguna medida filosófica y teórico-política.
Conjura: acción de conjurar…
Partiendo de las significaciones
que el Diccionario de la Real Academia Española provee acerca del vocablo “Conjura”, en una primera búsqueda se
encuentra que la “Conjura” no es más
que “la acción de conjurar”. Al hacer
la búsqueda sobre “Conjurar”, es
posible hallar más de siete significados sustantivos. De ellos seleccionamos
tres; en primer lugar aquel que
distingue “conjurar” como “ligarse con alguien, mediante juramento,
para algún fin”; el segundo que establece como significado “conspirar, uniéndose muchas personas o
cosas contra alguien, para hacerle daño o perderle”; y el tercero, “rogar encarecidamente, pedir con instancia
y con alguna fórmula de autoridad algo”. De estos tres conceptos es posible
colegir entonces que “Conjurar”
supone el contubernio, la conspiración y
el ruego, es decir, la connivencia de un grupo de individuos para
conspirar, previamente juramentados, a los fines de causar daño a un tercero,
sea a él directamente o a algo que este represente y que, para el logro de ese
fin, se ruegue con instancia por un resultado eficaz. De modo que la acción de
conjurar, en nuestra concepción argumental, puede traducirse como la acción de producir la connivencia de un
grupo de individuos para conspirar, previamente juramentados, a los fines de
causar daño a un tercero, sea a él directamente o a algo que este represente y
que, para el logro de ese fin, se insista en rogar con instancia, con alguna
fórmula de autoridad, para el logro de ese resultado eficaz. Hagamos un
ejercicio equivalente respecto del vocablo “afán”.
Afán: Quizá de afanar…
Una situación equivalente ocurre
con “afán”. Consultada la misma
fuente (DRAE), esta última ofrece también un buen número de significados. De
ellos hemos seleccionado cuatro, a saber, “esfuerzo
o empeño grandes”; “deseo intenso o aspiración de algo”; “apuro, aprieto o
necesidad extrema”; “prisa, diligencia o premura”. Con independencia de que
tales significados (como ocurriese con el vocablo anterior) sean distintos en
términos de su uso, esto es, diversos contenidos de significancia que adquiere
el vocablo en contextos distintos, nuestro recurso metodológico supone la
construcción de un concepto desde la combinación de cada uno de ellos, vistos
en un contexto como el de la política:
amplio y variado.
En tal sentido podemos decir
entonces que “el afán” bien podría
ser visto como el esfuerzo o empeño
grandes, puesto en juego para lograr un deseo intenso, deseo que puede
derivarse de un apuro, aprieto o necesidad extrema, cuya solución implica
prisa, diligencia o premura. Ahora ¿Qué
ocurriría si tales conceptos fuesen adjetivados como “políticos”? Y si así
fuese ¿Bajo qué criterios entenderíamos la adjetivación política? Veamos…
La adjetivación “política”.
En el lenguaje cotidiano es común
la utilización (sea en la parla popular, en la tecniparla experta o en los
medios de comunicación social) del vocablo “político”
(y su versión en género femenino “política”) como adjetivo calificativo de uso
libérrimo y disímil en mayor o menor medida. Con independencia de que la “Comunicación Política” y la “Propaganda” como actividades
especializadas para la difusión e instrumentación de la lucha por el poder, dejan
claro su peso específico como vocablo, en tanto herramienta de adjetivación
discursiva, queremos, en el contexto que abordaremos, especificar el
significado que lo “político” y la “política” en su adjetivación, tienen
para nosotros.
La “política” y por consecuencia lo “político” desde la perspectiva conceptual que hemos adoptado como postura académica medular, implica
concebirla como “el arte-ciencia del
poder, sus formas de dominación y de distribución entre las diferentes
configuraciones políticas” entendiendo por “configuraciones políticas” cualquier estructura de organización
social humana cuyo sentido de existencia y/o necesidad de pervivencia sea el
poder. Iglesias y congregaciones religiosas en general; burocracia estatal, así
como corporaciones militares o policiales; instituciones educativas; sindicatos
y colegios gremiales; partidos políticos; organizaciones sin fines de lucro y
empresas, son ejemplos de “configuraciones
políticas” en un espectro de visión
mucho mayor que aquel que describe, en ejercicio de constricción, el acto de
habla “organizaciones con fines
políticos”, porque si una organización es de tal naturaleza virtud de su
exclusiva participación en la contienda institucional por el poder, las otras
¿Acaso no lo son?...¿Qué se disputa en una congregación religiosa sino el poder
por su conducción desde la perspectiva del monopolio de “la verdad y la
bendición divina”? ¿Qué se disputa en una empresa si no la dirección de sus
destinos y el monopolio en el disfrute de los privilegios, que del beneficio
material se derivan? ¿Qué disputan las “empresas” en liza comercial? ¿No es
acaso “el liderazgo de mercado” una forma de dominación y de ejercer poder
sobre los competidores y consumidores? Desde esta perspectiva de visión “más abierta”, lo “político” escapa al afán jurídico de lo normativo y al afán
restrictivo de la pugna interpartidaria. La
política encarna la pugna por el poder, con independencia de su lugar,
ocurrencia y tiempo.
En tal sentido “la política” y “lo político” desde nuestra perspectiva, adjetiva y en consecuencia complementa,
la lucha por el poder en todas sus formas; el ejercicio de lo que Frederik Nietzsche
llama “la voluntad de poder”; la
distribución de ese poder entre las distintas configuraciones políticas; y,
finalmente, el afán por conseguir
poder político, especialmente aquel que se deriva del control total del Estado
y la sociedad, a través de un sistema político.
La conjura y el afán políticos…
Con base a nuestra exposición anterior, y en una misma línea de
razonamientos, definimos entonces a la Conjura
Política como ligarse con alguien,
mediante juramento, para conspirar, a través de la unión de la mayor cantidad
posible de personas, contra un sistema político y/o quienes lo dirigen, a los
fines hacerle daño y deponerlo, mientras se ruega discursivamente (se pide con
instancia), basándose en la creencia casi siempre religiosa, que una nueva
fórmula política y/o ideológica, podrá inexorablemente resolver los problemas
sociales, económicos y políticos de una nación por vía expedita. Si hacemos
una disección de los actos de habla estructurales que constituyen este
concepto, bien podríamos argumentar acerca de su construcción. Hagamos el
ejercicio:
1) Ligarse con alguien,
mediante juramento, para conspirar…
2) …a través de la unión de
la mayor cantidad posible de personas…
3) …contra un sistema
político y/o quienes lo dirigen…
4) …a los fines hacerle
daño y deponerlo…
5) …mientras se ruega
discursivamente (se pide con instancia)…
6) …basándose en la
creencia casi siempre religiosa...
7) …que una nueva fórmula
política y/o ideológica, podrá resolver los problemas sociales, económicos y
políticos de una nación por vía expedita…
El primero de los actos de habla es meridianamente claro: implica la reunión de personas, asociadas y
comprometidas bajo juramento, para conspirar. El segundo, la intencionalidad en la agrupación de la
mayor cantidad de personas posibles
destinadas precisamente a conspirar. Y lo que convierte en “política” esta “conjura” es el sujeto de la conspiración: el sistema político o quienes lo dirigen, con la intencionalidad
inequívoca de hacerle daño y finalmente deponerlo, deposición que implica, de
nuevo, la naturaleza “política” de nuestra perspectiva. Y para el logro de
esa conjura política, el ruego
religioso mediante (con el soporte espiritual de la creencia religiosa de la
que se trate, que termina
transformándose en fórmula rogatoria discursiva) y la fe indeclinable de
que una nueva fórmula política y/o
ideológica, podrá resolver los problemas sociales, económicos y políticos de
una nación por vía expedita…
Con el “afán político” podemos
acometer una construcción equivalente, llegando a decir de aquel que se trata
del esfuerzo o empeño grandes, fruto del
deseo intenso o de la aspiración política y/o ideológica, nacida además de un
apuro o necesidad social extrema, cuya solución es vista como un imperativo
categórico que implica diligencia y premura. Y en su disección en actos de
habla, llegar a indicar que se trata del esfuerzo
o empeño grandes, nacidos del deseo o
la aspiración extrema por la solución
de las necesidades sociales, mediantes acciones
políticas ideológicas, dada la naturaleza de imperativo categórico que tiene la
solución con premura y diligente de esas necesidades. Más simple: las necesidades perentorias de carácter
social se satisfacen por vía expedita y con premura, mediante la lucha,
ideológica y política, por y para la conquista del poder político.
LA CONJURA POR EL AFÁN:
aproximación política…
En un ejercicio de “intersección
conceptual” acerquemos los conceptos de “Conjura
Política” y “Afán Político” para
obtener de la experiencia, un concepto más amplio e integral:
Ligarse con alguien,
mediante juramento, para conspirar, a través de la unión de la mayor cantidad
posible de personas, contra un sistema político y/o quienes lo dirigen, a los
fines hacerle daño y deponerlo, mientras se ruega discursivamente (se pide con
instancia), basándose en la creencia casi siempre religiosa, que una nueva
fórmula política y/o ideológica, podrá resolver los problemas sociales,
económicos y políticos de una nación por vía expedita, lo que implica
diligencia particular en las acciones que se emprendan con tal fin, poniendo en
ello esfuerzo o empeño grandes, nacidos del deseo intenso o de la aspiración,
precisamente política y/o ideológica, de que la construcción de una “nueva
nación” es posible con premura y exclusivamente por una “nueva vía”.
Y mediante el ejercicio anterior hemos definido ampliamente lo que hemos
dado en llamar “la conjura política por
el afán político”, esto es, el
contubernio, la conspiración, mediante la agrupación de personas bajo
juramento, para destruir un sistema político y/o a quienes lo dirigen, poniendo
todo su empeño, rogando a una instancia superior religiosa a la que se alude
discursivamente, con la convicción de que los problemas políticos, económicos y
sociales de una nación, pueden resolverse con apremio y premura, única y
exclusivamente mediante una nueva creación política e ideológica, creación que
supone la destrucción total de lo anterior por pretérito, por obsoleto.
Esos principios parecen haber condicionado la ocurrencia de las inflexiones
en nuestros sistemas políticos. La Gesta
Emancipadora y el discurso de los próceres de nuestra independencia durante
su ocurrencia; la ristra interminable de
revoluciones entre la Revolución de las Reformas (incluso ella misma) y la
Guerra Federal; la ocurrencia y discursiva de la centena de revoluciones entre la Guerra Larga y la Gran Revolución
Liberal Restauradora, tras la caída del Liberalismo Amarillo. La
contingencia vindicativa de la
Rehabilitación frente a una Restauración
“caduca” con apenas un par de
lustros. La desaparición de la Rehabilitación
Positivista, luego de una Transición
y un intento modernizador, para dar paso a la Democracia Civilista Revolucionaria. El traste de esta última para
dar paso al lenguaje progresista militar de un Nuevo Ideal Nacional. La dilución del Nuevo Ideal Nacional y su sustitución por la Socialdemocracia Representativa; y finalmente la muerte de esta
última para dar paso a la pesadilla
revolucionaria del Socialismo del Siglo XXI, todas, aparentemente todas las
inflexiones referidas, parecen haber tenido su origen en “la conjura política por el afán político”.
En la segunda y tercera partes del artículo y mediante una comparación
entre los actos de habla estructurales del concepto, con episodios y el
discurso político utilizado en nuestra historia política como evidencia
empírica, intentaremos probar la presencia impertérrita de la “conjura por el afán” en cada momento y
en cada inflexión… La conjura por el afán:
nuestro motor de cambio político…
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