El dialogo y la negociación son
actividades para conducir el conflicto hacia el desescalamiento y finalmente a
su conclusión. Concretamente la Negociación
es un Medio Alterno para la Resolución de
Conflictos. [1] Todo el que se sienta a negociar, lo hace con
la intencionalidad de reducir fricciones y de encontrar un camino que evite más
pérdidas o, al menos, las conjure. El Árbitro,
Negociador o Interviniente de Buena Fe, es un tercer actor que las partes
en conflicto introducen como facilitador, en un proceso de negociación y
acuerdo, previo y mutuamente concertado.
Pero en el contexto de un
conflicto político, que en otro artículo hemos definido como “…aquel que nace de la confrontación por las
ideas políticas, sus contenidos, sus constructos orgánicos devenidos en
ideologías y aquellos que, simultáneos o no, resulten de la lucha por el poder
político…” acaso el Diálogo (como herramienta básica de la
Negociación) y, particularmente la Negociación, como medio alterno de resolución de conflictos, sean vistos, más bien, como
estrategias de los jugadores en el
contexto de un Juego no Cooperativo de
naturaleza Suma Cero.
Un Juego no Cooperativo de naturaleza Suma Cero en el contexto de la Teoría de Juegos y como dice John
Harsanyi, es un cotejo cuya naturaleza supone la existencia de un “derrotado” y un “ganador”. No hay medias tintas: el juego solo concluye cuando
alguien grita “victoria”.[2]
El “Diálogo” en Venezuela, esto es, aquel que hoy han iniciado unas
contrapartes políticas que más que adversarios encarnan a enemigos jurados
desde hace 18 años, pareciera no tener naturaleza negociadora desde la
perspectiva de los medios alternos, sino más bien de “estrategia” en el contexto de un juego suma cero. Esta
argumentación necesita un ejercicio teórico explicativo.
Una Estrategia en el contexto de la Teoría
de Juegos es un curso de acción
seleccionado por los jugadores, buscando por esta vía la maximización de sus
pagos o, en el peor de los casos, el alcance del maximin (el mínimo pago
posible dentro del conjunto de los máximos pagos posibles). En un juego de
naturaleza suma cero, el maximin es
igual al máximo, vale decir, máximo y mínimo se igualan en un
objetivo: la derrota del contrario.
En otro orden de ideas, la Mesa de Diálogo
puede ser un escenario sutil para continuar el mismo juego de naturaleza no
cooperativa: le hago creer al contrario
que tengo la intencionalidad de negociar admitiendo algunos “retrocesos” que
lucen (o hago lucir como “avances”) y eso lo acompaño con un discurso externo
(acaso sin relación con los negociadores específicos sentados en la mesa) de
naturaleza contumaz y tono ofensivo, amenazador y retador.
Esta percepción que pareciese
resultar un tanto esquizofrénica, obedece sin embargo a la estrategia, también
sutil, de hacer aparecer a la contraparte como poco o nada interesada en el
diálogo y, por esta vía, debilitar tanto a la parte actora directa como a
quienes lo siguen.
Ayuda, en el emprendimiento de
este tipo de estrategias, la existencia real de agendas individuales propias,
tanto de personas naturales como de organizaciones políticas que nunca apuestan
al Diálogo como herramienta dentro de
la Negociación como medio alterno de
resolución de conflictos, posiblemente porque atenta contra la obtención de “maximins” en otros juegos o en el
propio juego político de las partes inmersas en el conflicto político. Así, el Diálogo se transforma de “medio alterno” en “estrategia” y se configura más bien como un “Diálogo suma cero”, esto es, su intencionalidad es reducir y
neutralizar de tal manera al contrario (entendiendo por “contrario” a
cualquiera de las partes) que este termine siendo, mediante el uso aparente de
un medio alterno de resolución de conflictos, indefectiblemente derrotado, bien
mediante la pérdida de credibilidad o, acaso, mediante su debilitamiento interno
o su propia implosión, de tratarse de un
grupo o una organización partidaria.
El llamado “Diálogo” en Venezuela parece estar calzando esos zapatos. Mientras
unos negociadores llegan a acuerdos aparentes y se comprometen a su cumplimiento,
los discursos propalados al público en general, tanto de los negociadores
propiamente dichos, como aquellos de importantes actores en ambos bandos, pasan
de ser “conciliatorios y acompañantes del
proceso” a “contumaces promotores de
la confrontación”, sin importar el costo que esta tenga. Con independencia
de que esa parece ser la dinámica de todo proceso de esta naturaleza, resulta
sorprendente como en un mismo “bando”,
las posiciones sean tan extremas. Mientras en uno se habla de cumplir con lo
acordado, en ese mismo bando se habla de “pararse
de la mesa” si en apenas un par de días no se logran “resultados materiales contundentes”. Al otro lado, se presentan
fotografías y grabaciones, obtenidas mediante fisgoneos ilegales, para probar
que “la otra parte” no tiene interés
en cumplir con los acuerdos a los que se arriben.
Ejemplos palmarios de estas
conductas los vemos, por parte de la oposición, en los ejercicios discursivos
de algunos de sus actores. El alcalde Carlos Ocariz, miembro activo de la mesa
en representación de la oposición, tiene una postura morigerada y ofrece dar
cumplimiento a los acuerdos, pero deja abierta la posibilidad de una
confrontación por otra vía. Mientras en su mismo “bando” los diputados Freddy Guevara y Juan Requesens, ambos
militantes de toldas distintas dentro de la llamada Unidad (Voluntad Popular y
Primero Justicia) amenazan con la calle
si no hay logros concretos, aun habiendo existido solamente dos reuniones. Al
propio tiempo y en un mismo día, desde la misma tolda del diputado Guevara, la
Sra. Lilian Tintori (esposa del “máximo
líder” de Voluntad Popular) anuncia, de una vez, que el diálogo fracasó.
Del lado del chavismo gobernante,
el alcalde Jorge Rodríguez, manifiesta la voluntad indeclinable del gobierno y
su partido, de cumplir todos y cada uno de los acuerdos alcanzados “al pie de la letra” mientras el
diputado Diosdado Cabello Rondón, Primer Vicepresidente del PSUV, insiste en la
“mala voluntad” de su contraparte,
presentando como pruebas irrefragables fotos, videos y pláticas grabadas de las
partes actorales, durante las “conversaciones
privadas” de la mesa, convicción que, para todos los espectadores de la
opinión nacional, apunta a que son de naturaleza aparentemente “secreta”. En fin, el diálogo parece ser
más “estrategia” que herramienta
dentro de un “medio de resolución de
conflictos” y en el contexto de un juego suma cero, poco o nada, respecto
del escalamiento, puede esperarse. Ya veremos que nos depara el futuro, pero el
ulular del viento presagia tormenta…
[1]
JANSEN RAMÍREZ, Víctor G; Control social y medios alternos para solución de
conflictos. Valencia, 2008.
Universidad de Carabobo.
[2] “But there are also other
possibilities. For example, any two-person game can be treated as a two-person
zero-sum game if there are only two possible outcomes for each player, say,
"victory" and "defeat" - with no possibility for
"larger" or "smaller" victories and defeats. In such a case
no special linearity assumption is needed concerning the players' utility
functions in order to assure the zero-sum property, because we can always
assign the utility v = +1 to "victory" and the utility d = -1 to
defeat, making their joint payoff u identically zero, as u = v + d -(+l)+(-l) =
0.” Harsanyi, John;
Rational behavior and bargaining equilibrium in games and social situation. CAMBRIDGE
UNIVERSITY PRESS. New York, 1977. Pág.99.
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