En una sociedad que suele perderse en marasmos equivalentes, cada
cierto número de años, ahora en medio de una situación económica bien
difícil, algunos venezolanos, treinta años más tarde de las ventoleras
creativas de Friedman y Fukuyama, la anti-política y el mal llamado “neoliberalismo”, se les ocurre la “brillante idea” de sugerir que a Venezuela “lo que le hace falta es un Gerente”.
Aprovecho entonces la oportunidad para tocar el tema, a la luz de cuarenta años de ejercicio profesional en el sector privado venezolano, precisamente desde posiciones administrativas tan humildes como aquella (bien pretérita por cierto) de Auxiliar de Contabilidad, hasta la de asesor y consultor de grandes organizaciones empresariales pasando, por supuesto, por aquella en la que cifran “tantas esperanzas” algunos compatriotas: la de GERENTE.
Comenzaré por decir que en Venezuela, de existir “industriales”
son pocos; lo que tenemos son comerciantes con mentalidad, como es
lógico, de lo peor del sector terciario, esto es, comprar barato y
vender bien caro (a lo Molly Brown, “the unsunkable lady”). Los conceptos de “asumir el riesgo”, “calcular el precio del mercado hacia atrás, para determinar ineficiencias de distribución y, sobre todo de producción” y “motivar al personal para crear equipos empáticos y productivos” no existen o cuando aparecen con fugaz existencia, son soterrados intencionalmente por “adulantes de oficio” o “mediocres de profesión”. Hay una “ojeriza natural” hacia el brillante o se le utiliza lo suficiente para sacarle el mejor provecho. El reino es del mediocre y la desesperanza pertenece por entero al capaz.
Los emprendimientos personales de pequeña escala y propiedad
familiar, son muchísimo más eficientes que las grandes corporaciones,
pero si tienen éxito, son barridos del espectro empresarial por los “grandes emporios”,
mediante un dumping inmisericorde de precios. La cartelización por
sectores es política y el contubernio de intereses con los gobiernos,
práctica cotidiana. La corrupción es acto público, pero su orígen deviene de prácticas cotidianas del y en el sector privado: la concusión y el cohecho. No existe hueso sano (con mayor
razón en el sector bancario) y las “eficiencias” que tanto se pregonan, son auténticas islas de excelencia, producto más del “voluntarismo personalista” de algunos “héroes”, navegantes solitarios en un piélago de mediocridad, que iniciativa formal y colectiva del empresariado venezolano.
Las cámaras de comercio, las federaciones y su órgano mayor, creado
en la primera década de los años cuarenta, son ocupados más por “políticos de oficio-Negociantes”
(quienes aspiran más a su propia proyección personal), que por
empresarios de verdad; de lo que más se habla es de cómo obtener más
beneficios materiales y cómo burlar las cargas fiscales, que de ser más
eficientes en los procesos y más empáticos con los equipos de trabajo.
La lealtad es, sin duda, “con el buen caballero Don Dinero” antes de que con el negocio y su supervivencia en el corto, mediano y largo plazo. La empresa es vista siempre como “caja de caudales”, antes que elemento creador de riqueza nacional. En mayor o menor medida, esta es “la faz de nuestro recorte de realidad empresarial”.
En ese recorte, nacen nuestros “GERENTES” de los cuales hay
que distinguir cuatro tipos: en primer término, los que son nombrados
así, solo porque, según la estructura organizativa y los manuales de
normas y procedimientos, deben ostentar esa titulación. Un segundo
grupo, los que por "complicidades", “nexos familiares”, “proximidades convenientes”, “adulancia sistemática” o “patada por debajo de la mesa mediante”, amén del "cómodo colchón", logran esas posiciones. Un tercer grupo, lo constituyen las “estrictas plazas vacantes”, esto es y en criollo: no hay más nadie para ocupar el puesto. Y, finalmente, el cuarto grupo, minúsculo y breve temporalmente: los que tienen los méritos y la preparación para alcanzar las posiciones gerenciales.
Los llamados “GERENTES EXITOSOS” lo son más por “lo que parecen ser” que por “lo que realmente son” y por lo general, tienen una “unidad de soporte” que sirve al propósito de “hacer lo sustantivo”
en términos de sus obligaciones operativas y/o administrativas,
mientras ellos se dedican sistemáticamente a su autopromoción. Sin
embargo, este equipo es anónimo y, a veces, muy mal remunerado: se les
convence que su “obligación indeclinable” es hacer que “el jefe brille” y si así cumpliesen, “podría haber recompensas a futuro”,
compensaciones que, por cierto, jamás llegan. Y el que hace la función
de promover esas ideas en el equipo, es por lo general un adulante
contratado para tal fin o alguien quien aspira a estar algun día en la
posición del "Jefe", gañán que, también por lo general, se cree mejor que sus compañeros. No veo en que difieren estos caballeros de nuestros habituales “Políticos de Oficio”.
Ahora bien, no todo es plomo lo que llueve. Hay ciertamente
individualidades exitosas, en el manejo de negocios de cierta magnitud.
Aunque pocos, lo que realmente la gente (inocentemente) les admira es su
capacidad para sobrevivir en medio de esta debacle general que nos
afecta hoy día. Pero se sorprenderían muchos venezolanos al comprobar
que no es esa cabeza visible del “GERENTE EXITOSO” la que mantiene a las
pocas empresas venezolanas aún de pie: es la gente comprometida, a
todos los niveles, que sigue yendo todos los días a contribuir con su
trabajo, efectiva y eficientemente, a pesar de los salarios que se
diluyen mediante la acción corrosiva conjunta de la hiperinflación y la
devaluación, junto al embate de la ineficiencia, la improductividad y la
falta de honradez de muchos de sus compañeros, aupados por una
dirigencia sindical mafiosa, que más que representación de los
trabajadores, funciona, casi sustantivamente, como banda delincuencial,
al amparo de una legislación laboral y de un Estado cómplices.
De modo que no es un “GERENTE EXITOSO” lo que necesita Venezuela. Lo que nos hace falta es un pueblo comprometido con su Patria; que salga del marasmo de la pedigüeñería, de la improductividad y del facilismo. Unos empresarios que crean y piensen en la riqueza nacional, antes de que en su riqueza personal o sí, si es inevitable, que piensen en cómo engrosando su riqueza personal, puedan engrosar la riqueza nacional. Necesitamos que esos muchachos buenos profesionales y que luchan como anónimos diariamente frente a la desidia, la flojera, la corrupción y la sinvergüenzura, sean reconocidos por líderes más que “jefes”. Necesitamos gente de calidad, que quiera a Venezuela como a una madre buena y no como a una prostituta de oportunidad, para saciar lo más bajo de sus instintos. Acaso más que un GERENTE: un PUEBLO TRABAJADOR Y COMPROMETIDO MAYORITARIAMENTE...
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